sábado, 16 de agosto de 2008
CONTENIDO. "Zaratustra, mi hijo"
CONTENIDO
INTRODUCCIÓN
Nietzsche, un mito de mitos: "Zaratustra, mi hijo"
Capítulo 1
Así nació Zaratustra en los tiempos del amor
Capítulo 2
El enamoramiento perpetuo de Friedrich Nietzsche
Capítulo 3
En su original mitología, Nietzsche propone un combate vital por el disfrute de sí mismo
Capítulo 4
Bruno/Zaratustra: Giordano Bruno y Friedrich Nietzsche, profetas/mártires de Epicuro
Ilustración de portada: Marc Chagall, Circo 1940.
CONTENIDO
INTRODUCCIÓN
Nietzsche, un mito de mitos: "Zaratustra, mi hijo"
Capítulo 1
Así nació Zaratustra en los tiempos del amor
Capítulo 2
El enamoramiento perpetuo de Friedrich Nietzsche
Capítulo 3
En su original mitología, Nietzsche propone un combate vital por el disfrute de sí mismo
Capítulo 4
Bruno/Zaratustra: Giordano Bruno y Friedrich Nietzsche, profetas/mártires de Epicuro
Ilustración de portada: Marc Chagall, Circo 1940.
"Zaratustra, mi hijo"
INTRODUCCIÓN
Nietzsche, un mito de mitos: "Zaratustra, mi hijo" (1)
"BEROWNE: Pues cada hombre nace con pasiones que tan sólo una gracia especial puede dominar, no la voluntad".
Shakespeare, Penas por amor perdidas.
Por necesidad psicológica y deliberada consciencia, Friedrich Nietzsche se generó a sí mismo, en cuerpo y mente, como el cosmos de un mito de mitos. Como en un calidoscopio, él se transmutó -transformó, según su propia palabra- y se forjó en la existencia y acciones de los mitos y los dioses, tal y como dan razón su biografía y sus obras, hasta transmutarse -transformarse- en el dios de dioses que se hizo fuego.
Como mito y dios, Friedrich Nietzsche, muere y es desmembrado, sucesivamente, para resucitar -no renacer- encarnado, cada vez, cada fin y principio, en un nuevo dios, en ese su viaje de iniciaciones que lo macerará y preparará para concebir y gestar a Zaratustra y, así, fundirse y sublimarse -¿ser devorado?- en "su hijo".
Ese proceso fue el resultado del matrimonio sagrado, "hieros gamos" que, en sí mismo, Friedrich Nietzsche consagró para Razón e Imaginación, Logos y "Mythos" y, en el cual, Eros concibió y gestó a Zaratustra y una obra de imágenes e ideas a la que también se puede extender la explicación que da Eugen Fink para Así habló Zaratustra:
"[...] no es ni poesía ni filosofía, si se toman estos conceptos en el sentido tradicional, como oposición de poetizar y pensar. En Nietzsche también esta división y duplicidad de la comprensión esencial del mundo se vuelven discutibles" (2).
Los estudiosos de su vida y su obra las dividen en etapas o períodos, por supuesto teóricos, en concordancia con las transformaciones vitales, temáticas y estilísticas que el análisis e interpretación hace de ellas según criterios tan subjetivos o lógicos, al gusto de cada quien.
Para mi gusto y necesidades, la mente de Friedrich Nietzsche se encarnó en un mito de mitos que, de acuerdo a las circunstancias, se fue transformando y ampliando hasta pretender abarcar, en sí mismo, ese cosmos que era un círculo cuyo centro se ubica en todas partes y su circunferencia en ninguna parte.
En su infancia y juventud fue la encarnación del mito cristiano cuyo héroe fue su padre. Luego da paso a la encarnación de los mitos antiguos, europeos, orientales, griegos y latinos, cuyos héroes fueron Richard y Cósima Wagner. Tras el rompimiento con la pareja, se encarna en un mito apolíneo-positivista del que fue héroe Arthur Shopenhauer. A los treinta y cinco años inicia su encarnación de Dionisios/Orfeo, mediante los que concebirá y gestará a Zaratustra y cuyo héroe no será un hombre sino una bella mujer: Lou Andreas Salomé. En esta encarnación se irá fundiendo y sublimando hasta el Fuego y Silencio final, última encarnación -¿desencarnación?-, cuyo héroe, para que todo este mito de mitos sea congruente, será "el caballo de Dostoievski" y el monje y mago ardiendo en Campo di Fiori, Giordano Bruno.
Para la interpretación que propongo de ese Friedrich Nietzsche, mito de mitos, calidoscopio, recurro, también, a las fuentes griegas para, así, realizar una analogía en la que, los tres espejos que forman un calidoscopio y las imágenes proyectadas por este maravilloso artefacto, serán las visiones de los horizontes de la mente de Nietzsche, resultantes de la fundición y destilación de las materias y los materiales de su vida, pasiones y pensamientos, en la búsqueda de una piedra filosofal en sí mismo.
En cada uno de esos tres espejos: el del Eros, el de la Razón y el de la Imaginación, se proyectan y reflejan esas materias de la vigilia y del sueño de la mente de Nietzsche, para ser transmutadas por las musas en una manía o locura sagrada y poética: su escritura.
Esa locura con la que los dioses premian y castigan, simultáneamente:
"A quien un dios quiere destruir, antes lo enloquece" ("Quem deus vult perdere, dementat prius").
Esa locura que para Sócrates era de cuatro clases: la concedida por Apolo que es profética; la que otorgan Afrodita y Eros, erótica; la de Dionisios que es locura ritual y la de las Musas, locura poética.
Cada etapa de la vida y de la obra de Friedrich Nietzsche tiene su propia explicación y si bien, teórica e interpretativamente son separables, son siempre unidad que actúa como tal y que se va concibiendo, gestando y transformando, en el espacio y el tiempo de su vida.
En esas condiciones y para mi interés, voy a considerar sólo aquella etapa en la cual es concebido y gestado Zaratustra, teniendo en cuenta aquellos otros aspectos de lo pasado y lo futuro necesarios para el análisis, la interpretación y la dotación de sentido que exige mi lectura. Sobre las otras etapas de la vida y la obra de Friedrich Nietzsche existe suficiente ilustración en el mercado académico, los cuales pueden ser interpretados por quien quiera como quiera.
En este contexto, Zaratustra es la máxima realización de la mente de Friedrich Nietzsche, es el resultado de sus previos procesos de transformación y será la figura y motivo de lo que devendrá: Fuego y Silencio.
El proceso de la concepción y gestación de "Zaratustra, mi hijo", se inicia en la primavera de 1878 al romperse las relaciones de Friedrich Nietzsche con Richard y Cósima Wagner, a lo que se suma el distanciamiento de las ideas de Shopenhauer -la muerte de los héroes- y su retiro de la Universidad de Basilea y concluye durante los primeros diez días de febrero de 1883, durante los cuales, Friedrich Nietzsche, escribió la primera parte de Así habló Zaratustra. De ahí en adelante vendrá el fundirse y sublimarse -¿ser devorado?-, a sí mismo en Zaratustra y en el Fuego y el Silencio.
Luego de la muerte de los héroes -Richard y Cósima Wagner y Shopenhauer-, advendrá la muerte y desmembramiento del dios Friedrich Nietzsche, la que se anunció e inició en la Navidad cristiana de 1878:
"Aurora. En esta obra Nietzsche sacará las más duras consecuencias de su encontronazo físico con la Navidad cristiana de 1878 en Naumburg, en dónde Nietzsche siente estar a las puertas de la muerte" (3).
Muerte y desmembramiento que para junio de 1881, en Sils-María, ha llegado a su culminación:
"Carta de Friedrich Nietzsche a Paul Rée, Sils-María, 8 de julio de 1881:
También yo acabo de vivir tiempos difíciles y me he acercado nuevamente al Engadin, mi viejo lugar de salvación: "todavía no libre del cuerpo", y en lo que concierne al alma, lea mi libro que le enviará nuestro editor (Nietzsche se refiere a su libro Aurora). A veces tengo la impresión de mirar las cosas y personas como si hubiera muerto desde hace tiempo: se mueven, me asustan y me maravillan, pero estoy muy alejado de ellas. El que se ha extraviado por siempre y precisamente por ello tan cerca de usted" (4).
Tres meses antes de esta carta ya se había sucedido la anunciación del advenimiento y el inicio de la génesis de Zaratustra. Ocurrió en la primavera:
“En una pequeña localidad termal de montaña, no lejos de Vicenza, en Recoaro, donde pasé la primavera del año 1881, descubrí juntamente con mi maestro y amigo Peter Gast, también él un “renacido” que el fénix Música pasaba volando a nuestro lado con un plumaje más ligero y más luminoso del que nunca había exhibido” (Ecce homo, pp. 93-94) (*).
En agosto y en pleno verano de 1881, se produce la concepción:
“Voy a contar ahora la historia de Zaratustra. La concepción fundamental de la obra, el pensamiento del eterno retorno, esa fórmula suprema de afirmación a que se puede llegar en absoluto –es de agosto del año 1881: se encuentra anotado en una hoja a cuyo final está escrito: “a 6.000 pies más allá del hombre y del tiempo”. Aquel día caminaba yo junto al lago de Silvaplana a través de los bosques; junto a una imponente roca que se eleva en forma de pirámide no lejos de Surlei, me detuve. Entonces me vino ese pensamiento” (Ecce homo, p. 93).
El inicio de la gestación tardará todavía un año, hasta tanto se haga presente la que será la madre de "Zaratustra, mi hijo”: Lou Andreas Salomé:
"Carta de Friedrich Nietzsche a Lou von Salomé en Stibbe, Tautenburg, 26 de junio 1882:
Si nos sabemos aceptar recíprocamente y se adaptan nuestros respectivos estados de salud, algún provecho sacaremos. Nunca había pensado hasta ahora, que usted debería "leer y escribir" para mi; pero me gustaría mucho ser su profesor. En fin, para ser completamente franco: estoy buscando personas que puedan ser mis herederos, tengo muchas cosas que decir que no están en mis libros, y busco para tal fin, el más hermoso campo y también el más fértil.
¡Vea mi egoísmo!" (5).
Un día después de la carta anterior:
"Carta de Friedrich Nietzsche a Lou von Salomé en Stibbe, Tautenburg, probablemente el 27 de junio 1882:
"Fui formalmente derribado por el hecho de convertirme en un "hombre nuevo" -como consecuencia de una soledad demasiado rigurosa y de una completa renuncia al amor y a la amistad [...]. En mi todo es siempre humano, demasiado humano, y mi locura crece al mismo tiempo que mi sabiduría" (5).
Se sabe que Lou Andreas Salomé respondió afirmativamente a la convocatoria de Friedrich Nietzsche el 30 de junio de 1882 por la carta que este le responde el 2 de julio de 1882:
"Carta de Friedrich Nietzsche a Lou von Salomé en Stibbe, Tautenburg cerca de Dornburg, 2 de julio 1882, Turingia:
Mí querida amiga:
¡Por fin el cielo se ha abierto sobre mí! Ayer al mediodía pareció como si fuera mi cumpleaños: llegó su promesa, el más hermoso regalo que nadie hubiera podido hacerme en este momento -mi hermana me envió cerezas. Teubner me mandó las tres primeras pruebas de la "Gaya Ciencia", además acababa de terminar la última parte del manuscrito y con ello la obra de seis años (1876-1882), todo mi "Libre pensamiento"! ¡Qué años! ¡Qué torturas de todas clases, que soledades y que hastío de la vida! Y para poder hacerles frente contra la muerte y contra la vida, he preparado esta medicina, mis pensamientos con una pequeña franja de cielo abierto sobre ellos: querida amiga, cada vez que pienso en todo esto me trastorno, me conmuevo y no sé como he podido lograrlo. Un sentimiento de autocompasión y de victoria me invade por completo. Pues es un triunfo completo ya que incluso la salud física ha aparecido y todo el mundo me dice que parezco más joven que nunca. ¡El cielo me libre de hacer locuras! Pero desde ahora, estaré bien aconsejado por usted y nada tendré que temer.
[...] No quiero estar más solo, y quiero convertirme de nuevo en un humano. ¡Ah, todavía tengo que aprenderlo casi todo en ese dominio!
¡Acepte mi agradecimiento, querida amiga! Todo saldrá bien como usted ha dicho" (6).
Friedrich Nietzsche, el mito, ¡ha resucitado!
Un padre resucitado, una madre mitificada y, "Zaratustra, mi hijo", concebido y engendrado por un humano mitificado y gestado por una humana ascendida a diosa, ha iniciado la tragedia de su gestación y alumbramiento…
Tras el nacimiento de "Zaratustra, mi hijo", Friedrich Nietzsche se transformó o transfiguró en flama y su mente ardió hasta consumirse, como Giordano Bruno, el monje y mago, devorado por el fuego de su propia criatura.
Esa es la historia que voy a contar ahora junto con las circunstancias que intervinieron en esa génesis.
NOTAS
(*) Las citas de las obras de Friedrich Nietzsche, corresponden a las publicadas por Alianza Editorial, Madrid.
(1) Curt Paul Janz, Friedrich Nietzsche, Biografía, 3. Los diez años del filósofo errante (1879-1888), Alianza, Madrid, 1985. http://www.paginasobrefilosofia.com/html/prebiogr.html
En la Carta de Friedrich Nietzsche a Ida Overbeck, en julio de 1883, este llama a Zaratustra, mi hijo y anuncia, con desesperación, la iniciación de su fundición y sublimación en él:
"Toda esta situación Nietzsche la vive alterado. Un párrafo (suprimido por Köselitz) de su carta del 26 de agosto de 1883 a Köselitz manifiesta estremecedoramente lo próximo que se sentía ya en ese verano del derrumbamiento total: «El curioso peligro que corro este verano se llama -para no retroceder ante la temida palabra-- locura, y de igual modo que el invierno pasado, contra todo pronóstico, cogí una fiebre nerviosa realmente larga -¡yo, que nunca había tenido fiebres-, podría suceder también algo que jamás he creído me sucediera a mí: que pierda la razón.» En su desesperanzada situación ya se había confiado antes a la esposa del amigo, Ida Overbeck, hasta el punto de que pudo escribirle a mitad de julio (1883): ... Pero así, me sobrevino una especie de locura; y ya no puede arreglarse en modo alguno el hecho de que mi fantasía y mi compasión hubieran de debatirse durante un año aproximadamente en el fango de esas experiencias. Creo que he soportado ya más de lo suficiente, cinco veces más de lo que a una persona normal la lleva al suicidio: y todavía no ha acabado... Ahora vuelven a estas cosas. Mi hermana quiere tomar venganza de aquella rusa -está bien, pero hasta ahora he sido yo la víctima de todo el asunto. No se da cuenta de que falta apenas una pulgada para el derramamiento de sangre y para las más brutales posibilidades -y trabajo y vivo aquí arriba este verano como 'alguien que hace testamento'. -De hecho, sin los objetivos de mi trabajo, y la inexorabilidad de esos objetivos, ya no viviría. En ese sentido, el salvador de mi vida se llama Zaratustra, mi hijo Zaratustra.»
(2) Eugen Fink, La filosofía de Nietzsche, Alianza, Madrid, 1996, p. 73.
(2) Curt Paul Janz, Friedrich Nietzsche, Biografía, 3. Los diez años del filósofo errante (1879-1888), Alianza, Madrid, 1985. http://www.paginasobrefilosofia.com/html/prebiogr.html
(3) Friedrich Nietzsche, Lou van Salome, Paul Rée, Documentos de un encuentro, Laertes, Barcelona, 1982, p.58.
(4) Friedrich Nietzsche, Lou van Salome, Paul Rée, Documentos de un encuentro..., p.105.
(5) Friedrich Nietzsche, Lou van Salome, Paul Rée, Documentos de un encuentro..., p.106.
(6) Friedrich Nietzsche, Lou van Salome, Paul Rée, Documentos de un encuentro..., p.107.
INTRODUCCIÓN
Nietzsche, un mito de mitos: "Zaratustra, mi hijo" (1)
"BEROWNE: Pues cada hombre nace con pasiones que tan sólo una gracia especial puede dominar, no la voluntad".
Shakespeare, Penas por amor perdidas.
Por necesidad psicológica y deliberada consciencia, Friedrich Nietzsche se generó a sí mismo, en cuerpo y mente, como el cosmos de un mito de mitos. Como en un calidoscopio, él se transmutó -transformó, según su propia palabra- y se forjó en la existencia y acciones de los mitos y los dioses, tal y como dan razón su biografía y sus obras, hasta transmutarse -transformarse- en el dios de dioses que se hizo fuego.
Como mito y dios, Friedrich Nietzsche, muere y es desmembrado, sucesivamente, para resucitar -no renacer- encarnado, cada vez, cada fin y principio, en un nuevo dios, en ese su viaje de iniciaciones que lo macerará y preparará para concebir y gestar a Zaratustra y, así, fundirse y sublimarse -¿ser devorado?- en "su hijo".
Ese proceso fue el resultado del matrimonio sagrado, "hieros gamos" que, en sí mismo, Friedrich Nietzsche consagró para Razón e Imaginación, Logos y "Mythos" y, en el cual, Eros concibió y gestó a Zaratustra y una obra de imágenes e ideas a la que también se puede extender la explicación que da Eugen Fink para Así habló Zaratustra:
"[...] no es ni poesía ni filosofía, si se toman estos conceptos en el sentido tradicional, como oposición de poetizar y pensar. En Nietzsche también esta división y duplicidad de la comprensión esencial del mundo se vuelven discutibles" (2).
Los estudiosos de su vida y su obra las dividen en etapas o períodos, por supuesto teóricos, en concordancia con las transformaciones vitales, temáticas y estilísticas que el análisis e interpretación hace de ellas según criterios tan subjetivos o lógicos, al gusto de cada quien.
Para mi gusto y necesidades, la mente de Friedrich Nietzsche se encarnó en un mito de mitos que, de acuerdo a las circunstancias, se fue transformando y ampliando hasta pretender abarcar, en sí mismo, ese cosmos que era un círculo cuyo centro se ubica en todas partes y su circunferencia en ninguna parte.
En su infancia y juventud fue la encarnación del mito cristiano cuyo héroe fue su padre. Luego da paso a la encarnación de los mitos antiguos, europeos, orientales, griegos y latinos, cuyos héroes fueron Richard y Cósima Wagner. Tras el rompimiento con la pareja, se encarna en un mito apolíneo-positivista del que fue héroe Arthur Shopenhauer. A los treinta y cinco años inicia su encarnación de Dionisios/Orfeo, mediante los que concebirá y gestará a Zaratustra y cuyo héroe no será un hombre sino una bella mujer: Lou Andreas Salomé. En esta encarnación se irá fundiendo y sublimando hasta el Fuego y Silencio final, última encarnación -¿desencarnación?-, cuyo héroe, para que todo este mito de mitos sea congruente, será "el caballo de Dostoievski" y el monje y mago ardiendo en Campo di Fiori, Giordano Bruno.
Para la interpretación que propongo de ese Friedrich Nietzsche, mito de mitos, calidoscopio, recurro, también, a las fuentes griegas para, así, realizar una analogía en la que, los tres espejos que forman un calidoscopio y las imágenes proyectadas por este maravilloso artefacto, serán las visiones de los horizontes de la mente de Nietzsche, resultantes de la fundición y destilación de las materias y los materiales de su vida, pasiones y pensamientos, en la búsqueda de una piedra filosofal en sí mismo.
En cada uno de esos tres espejos: el del Eros, el de la Razón y el de la Imaginación, se proyectan y reflejan esas materias de la vigilia y del sueño de la mente de Nietzsche, para ser transmutadas por las musas en una manía o locura sagrada y poética: su escritura.
Esa locura con la que los dioses premian y castigan, simultáneamente:
"A quien un dios quiere destruir, antes lo enloquece" ("Quem deus vult perdere, dementat prius").
Esa locura que para Sócrates era de cuatro clases: la concedida por Apolo que es profética; la que otorgan Afrodita y Eros, erótica; la de Dionisios que es locura ritual y la de las Musas, locura poética.
Cada etapa de la vida y de la obra de Friedrich Nietzsche tiene su propia explicación y si bien, teórica e interpretativamente son separables, son siempre unidad que actúa como tal y que se va concibiendo, gestando y transformando, en el espacio y el tiempo de su vida.
En esas condiciones y para mi interés, voy a considerar sólo aquella etapa en la cual es concebido y gestado Zaratustra, teniendo en cuenta aquellos otros aspectos de lo pasado y lo futuro necesarios para el análisis, la interpretación y la dotación de sentido que exige mi lectura. Sobre las otras etapas de la vida y la obra de Friedrich Nietzsche existe suficiente ilustración en el mercado académico, los cuales pueden ser interpretados por quien quiera como quiera.
En este contexto, Zaratustra es la máxima realización de la mente de Friedrich Nietzsche, es el resultado de sus previos procesos de transformación y será la figura y motivo de lo que devendrá: Fuego y Silencio.
El proceso de la concepción y gestación de "Zaratustra, mi hijo", se inicia en la primavera de 1878 al romperse las relaciones de Friedrich Nietzsche con Richard y Cósima Wagner, a lo que se suma el distanciamiento de las ideas de Shopenhauer -la muerte de los héroes- y su retiro de la Universidad de Basilea y concluye durante los primeros diez días de febrero de 1883, durante los cuales, Friedrich Nietzsche, escribió la primera parte de Así habló Zaratustra. De ahí en adelante vendrá el fundirse y sublimarse -¿ser devorado?-, a sí mismo en Zaratustra y en el Fuego y el Silencio.
Luego de la muerte de los héroes -Richard y Cósima Wagner y Shopenhauer-, advendrá la muerte y desmembramiento del dios Friedrich Nietzsche, la que se anunció e inició en la Navidad cristiana de 1878:
"Aurora. En esta obra Nietzsche sacará las más duras consecuencias de su encontronazo físico con la Navidad cristiana de 1878 en Naumburg, en dónde Nietzsche siente estar a las puertas de la muerte" (3).
Muerte y desmembramiento que para junio de 1881, en Sils-María, ha llegado a su culminación:
"Carta de Friedrich Nietzsche a Paul Rée, Sils-María, 8 de julio de 1881:
También yo acabo de vivir tiempos difíciles y me he acercado nuevamente al Engadin, mi viejo lugar de salvación: "todavía no libre del cuerpo", y en lo que concierne al alma, lea mi libro que le enviará nuestro editor (Nietzsche se refiere a su libro Aurora). A veces tengo la impresión de mirar las cosas y personas como si hubiera muerto desde hace tiempo: se mueven, me asustan y me maravillan, pero estoy muy alejado de ellas. El que se ha extraviado por siempre y precisamente por ello tan cerca de usted" (4).
Tres meses antes de esta carta ya se había sucedido la anunciación del advenimiento y el inicio de la génesis de Zaratustra. Ocurrió en la primavera:
“En una pequeña localidad termal de montaña, no lejos de Vicenza, en Recoaro, donde pasé la primavera del año 1881, descubrí juntamente con mi maestro y amigo Peter Gast, también él un “renacido” que el fénix Música pasaba volando a nuestro lado con un plumaje más ligero y más luminoso del que nunca había exhibido” (Ecce homo, pp. 93-94) (*).
En agosto y en pleno verano de 1881, se produce la concepción:
“Voy a contar ahora la historia de Zaratustra. La concepción fundamental de la obra, el pensamiento del eterno retorno, esa fórmula suprema de afirmación a que se puede llegar en absoluto –es de agosto del año 1881: se encuentra anotado en una hoja a cuyo final está escrito: “a 6.000 pies más allá del hombre y del tiempo”. Aquel día caminaba yo junto al lago de Silvaplana a través de los bosques; junto a una imponente roca que se eleva en forma de pirámide no lejos de Surlei, me detuve. Entonces me vino ese pensamiento” (Ecce homo, p. 93).
El inicio de la gestación tardará todavía un año, hasta tanto se haga presente la que será la madre de "Zaratustra, mi hijo”: Lou Andreas Salomé:
"Carta de Friedrich Nietzsche a Lou von Salomé en Stibbe, Tautenburg, 26 de junio 1882:
Si nos sabemos aceptar recíprocamente y se adaptan nuestros respectivos estados de salud, algún provecho sacaremos. Nunca había pensado hasta ahora, que usted debería "leer y escribir" para mi; pero me gustaría mucho ser su profesor. En fin, para ser completamente franco: estoy buscando personas que puedan ser mis herederos, tengo muchas cosas que decir que no están en mis libros, y busco para tal fin, el más hermoso campo y también el más fértil.
¡Vea mi egoísmo!" (5).
Un día después de la carta anterior:
"Carta de Friedrich Nietzsche a Lou von Salomé en Stibbe, Tautenburg, probablemente el 27 de junio 1882:
"Fui formalmente derribado por el hecho de convertirme en un "hombre nuevo" -como consecuencia de una soledad demasiado rigurosa y de una completa renuncia al amor y a la amistad [...]. En mi todo es siempre humano, demasiado humano, y mi locura crece al mismo tiempo que mi sabiduría" (5).
Se sabe que Lou Andreas Salomé respondió afirmativamente a la convocatoria de Friedrich Nietzsche el 30 de junio de 1882 por la carta que este le responde el 2 de julio de 1882:
"Carta de Friedrich Nietzsche a Lou von Salomé en Stibbe, Tautenburg cerca de Dornburg, 2 de julio 1882, Turingia:
Mí querida amiga:
¡Por fin el cielo se ha abierto sobre mí! Ayer al mediodía pareció como si fuera mi cumpleaños: llegó su promesa, el más hermoso regalo que nadie hubiera podido hacerme en este momento -mi hermana me envió cerezas. Teubner me mandó las tres primeras pruebas de la "Gaya Ciencia", además acababa de terminar la última parte del manuscrito y con ello la obra de seis años (1876-1882), todo mi "Libre pensamiento"! ¡Qué años! ¡Qué torturas de todas clases, que soledades y que hastío de la vida! Y para poder hacerles frente contra la muerte y contra la vida, he preparado esta medicina, mis pensamientos con una pequeña franja de cielo abierto sobre ellos: querida amiga, cada vez que pienso en todo esto me trastorno, me conmuevo y no sé como he podido lograrlo. Un sentimiento de autocompasión y de victoria me invade por completo. Pues es un triunfo completo ya que incluso la salud física ha aparecido y todo el mundo me dice que parezco más joven que nunca. ¡El cielo me libre de hacer locuras! Pero desde ahora, estaré bien aconsejado por usted y nada tendré que temer.
[...] No quiero estar más solo, y quiero convertirme de nuevo en un humano. ¡Ah, todavía tengo que aprenderlo casi todo en ese dominio!
¡Acepte mi agradecimiento, querida amiga! Todo saldrá bien como usted ha dicho" (6).
Friedrich Nietzsche, el mito, ¡ha resucitado!
Un padre resucitado, una madre mitificada y, "Zaratustra, mi hijo", concebido y engendrado por un humano mitificado y gestado por una humana ascendida a diosa, ha iniciado la tragedia de su gestación y alumbramiento…
Tras el nacimiento de "Zaratustra, mi hijo", Friedrich Nietzsche se transformó o transfiguró en flama y su mente ardió hasta consumirse, como Giordano Bruno, el monje y mago, devorado por el fuego de su propia criatura.
Esa es la historia que voy a contar ahora junto con las circunstancias que intervinieron en esa génesis.
NOTAS
(*) Las citas de las obras de Friedrich Nietzsche, corresponden a las publicadas por Alianza Editorial, Madrid.
(1) Curt Paul Janz, Friedrich Nietzsche, Biografía, 3. Los diez años del filósofo errante (1879-1888), Alianza, Madrid, 1985. http://www.paginasobrefilosofia.com/html/prebiogr.html
En la Carta de Friedrich Nietzsche a Ida Overbeck, en julio de 1883, este llama a Zaratustra, mi hijo y anuncia, con desesperación, la iniciación de su fundición y sublimación en él:
"Toda esta situación Nietzsche la vive alterado. Un párrafo (suprimido por Köselitz) de su carta del 26 de agosto de 1883 a Köselitz manifiesta estremecedoramente lo próximo que se sentía ya en ese verano del derrumbamiento total: «El curioso peligro que corro este verano se llama -para no retroceder ante la temida palabra-- locura, y de igual modo que el invierno pasado, contra todo pronóstico, cogí una fiebre nerviosa realmente larga -¡yo, que nunca había tenido fiebres-, podría suceder también algo que jamás he creído me sucediera a mí: que pierda la razón.» En su desesperanzada situación ya se había confiado antes a la esposa del amigo, Ida Overbeck, hasta el punto de que pudo escribirle a mitad de julio (1883): ... Pero así, me sobrevino una especie de locura; y ya no puede arreglarse en modo alguno el hecho de que mi fantasía y mi compasión hubieran de debatirse durante un año aproximadamente en el fango de esas experiencias. Creo que he soportado ya más de lo suficiente, cinco veces más de lo que a una persona normal la lleva al suicidio: y todavía no ha acabado... Ahora vuelven a estas cosas. Mi hermana quiere tomar venganza de aquella rusa -está bien, pero hasta ahora he sido yo la víctima de todo el asunto. No se da cuenta de que falta apenas una pulgada para el derramamiento de sangre y para las más brutales posibilidades -y trabajo y vivo aquí arriba este verano como 'alguien que hace testamento'. -De hecho, sin los objetivos de mi trabajo, y la inexorabilidad de esos objetivos, ya no viviría. En ese sentido, el salvador de mi vida se llama Zaratustra, mi hijo Zaratustra.»
(2) Eugen Fink, La filosofía de Nietzsche, Alianza, Madrid, 1996, p. 73.
(2) Curt Paul Janz, Friedrich Nietzsche, Biografía, 3. Los diez años del filósofo errante (1879-1888), Alianza, Madrid, 1985. http://www.paginasobrefilosofia.com/html/prebiogr.html
(3) Friedrich Nietzsche, Lou van Salome, Paul Rée, Documentos de un encuentro, Laertes, Barcelona, 1982, p.58.
(4) Friedrich Nietzsche, Lou van Salome, Paul Rée, Documentos de un encuentro..., p.105.
(5) Friedrich Nietzsche, Lou van Salome, Paul Rée, Documentos de un encuentro..., p.106.
(6) Friedrich Nietzsche, Lou van Salome, Paul Rée, Documentos de un encuentro..., p.107.
"Zaratustra, mi hijo"
Capítulo 1
Así nació Zaratustra en los tiempos del amor
La vida amorosa de Friedrich Nietzsche es tan extraña, compleja y trágica, como su propia vida y obra. Y, si se especula, sin prejuicios académicos, se puede concluir que, vida, obra y amores, forman un triángulo trágico indisoluble, al fin y al cabo, para él, la vida era como mitología, filosofía y literatura.
Fueron dos los trágicos enamoramientos de Friedrich Nietzsche que trastornaron su compleja vida afectiva, emocional y racional. Su amor por Cósima Wagner y el enamoramiento por Lou Andreas-Salomé (1861-1937). Un tercero, es el oscuro capítulo de su incesto, del que poco se habla.
A pesar de la tragedia, o precisamente por ella, de esos tormentosos enamoramientos y amores fracasados es de donde parece emerger el magma que compulsa la violenta fuerza que anima la escritura de, al menos, tres de las obras de Nietzsche: El origen de la tragedia (1872), El caso Wagner (1888) y Así habló Zaratustra (1884).
Antes de continuar y absteniéndome de cualquier comentario, quiero mencionar ese tercer amor, oscuro y mucho más trágico, el cual es todavía motivo de especulaciones. Se trata del presunto incesto y amor con su hermana Elizabeth, del que, se supone, nació el libro autobiográfico, Mi hermana y yo, escrito en 1889, poco antes de la gran crisis y publicado, póstumamente, en 1908, cuando Elizabeth cedió el manuscrito por una alta suma de dinero.
Ahora bien, de aquellos dos enamoramientos y amores fracasados de Nietzsche, se puede decir, en principio, que el uno fue trágico y el otro terminó en tragicomedia.
Enamoramiento trágico fue el que sintió por Cósima, la esposa del compositor alemán Richard Wagner, a quien admiraba hasta la idolatría. Esta compleja situación emocional e intelectual, posiblemente, desató los "casi trágicos" conflictos entre ambos hombres hasta llegar a convertirlos en enemigos irreconciliables
De estos trágicos eventos, parece que se desató el “furor”, la ira y la fuerza que empujaron la escritura de dos de las obras ya mencionadas: El origen de la tragedia (1872), con la busca exaltar la obra de Richard Wagner y El caso Wagner (1888), en el cual critica duramente al músico y trata de explicar la naturaleza de sus relaciones con él. Pero esa es una historia más conocida.
El segundo enamoramiento y amor fracasado, fue la tragicomedia amorosa que dio origen a la leyenda de "El secreto de Monte Sacro”, lugar donde chocaron las pretensiones amorosas de Nietzsche con el rotundo rechazo de Lou Andreas-Salomé.
Primera parte:
Génesis de Zaratustra
De lo que sucedió en Monte Sacro es muy poca la información conocida, sólo los escasos comentarios que Nietzsche y Lou Andreas Salomé hicieron con posterioridad, tanto en su correspondencia, como a sus familiares y amigos. O, los indirectos testimonios de la madre de Lou y Paul Rée, quienes los acompañaban en el paseo de ese día, pero no durante el ascenso a Monte Sacro.
Ese ha sido, quizás, uno de los motivos por los cuales los biógrafos han evadido tratar estos eventos y sus repercusiones en la vida y obra de Nietzsche y en la de Lou Andreas-Salomé. El otro, porque lo han considerado un evento frívolo e insignificante, como más adelante explicaré.
Fue en el verano de 1882, cuando el enamorado Nietzsche, de treinta y ocho años, durante una excursión a la isla de San Guiulio y en la pequeña colina llamada Monte Sacro, acosó con sus pretensiones amorosas a la jovencita de veintiún años, Lou Andreas-Salomé, a las que ella se rehúso tajante.
Los tragicómicos eventos no pasarían de ser más que material de chismografía biográfica, si no fuera porque en ellos intervienen la compleja naturaleza psicológica y emocional de Nietzsche, para quien, vida, ideas, pensamiento y obra, son una y la misma cosa: la mitología, la literatura y la filosofía como vida.
De allí que no sea extraño el que, para Nietzsche, tanto los sucesos cotidianos, así como aquellos que, siendo parte de la cotidianidad, él los considerara como eventos extraordinarios, revelaciones que se conectan y combinan, con iguales calidades y cualidades en su vida y en el origen de sus ideas y pensamientos, hasta llegar a convertirse en las causas e inspiraciones de las que emergen sus obras, así como para desatar las tragedias que finalmente culminarían en su gran tragedia final: el colapso mental de enero de 1889.
Por esas razones, "El secreto de Monte Sacro” deja de ser una anécdota trivial para convertirse en un evento tan extraordinario como aquel en el se concibiera a Zaratustra un año antes. Un evento que toma su lugar en la sucesión de otros eventos extraordinarios, anteriores y posteriores a ese momento, para, así, establecerse en el punto de emergencia de unos tiempos equidistantes que coinciden y actúan como factores detonantes en la génesis, la gestación y el nacimiento de Así habló Zaratustra.
Circunstancias y tiempos que tienen su punto de partida en la primavera de 1881, en la estación termal de Recoaro, cerca de Vicenza; continúan en agosto de ese mismo año, en Sils-María; se eleva como un punto central en Monte Sacro, en el verano de 1882 y que, finalmente, se desata en febrero de 1883, cuando Nietzsche, finalmente, escribió la primera parte de Así habló Zaratustra entre el 1 y el 10 de ese mes.
Las otras dos partes del poema fueron escritas, la segunda en Sils-María, entre el 26 de junio y el 6 de julio de 1883. Y, la tercera, entre el 8 y el 20 enero de 1884, en Niza.
Aún cuando, las tres partes fueron publicadas por separado, se considera el año de 1884 como el de la conclusión y publicación. Una cuarta y última parte fue escrita en 1885, como primera parte de una nueva obra de tres partes, titulada Melodía y eternidad, cuyas otras dos partes nunca escribió.
En consecuencia y, así como para el propio Nietzsche, la casualidad y lo extraordinario eran elementos que intervenían en los asuntos de su vida, ideas, pensamientos y obras, es posible, a partir de una metodología imaginativa y lúdica, no carente de seriedad y formalidad, proponer una hipótesis descabellada que agregue una nueva leyenda sobre el origen de Así habló Zaratustra. Eso es lo que trataré de exponer.
GÉNESIS DE ZARATUSTRA
Así sea aventurado pensar que el fracaso amoroso de Nietzsche con Lou Andreas-Salomé pueda tener alguna conexión con la escritura de Así habló Zaratustra, no deja de ser divertido imaginar que, para un ser tan extremadamente complejo, apasionado, tormentoso y atormentado como Nietzsche, los eventos de aquel verano de 1882, fueran tan intensos y profundos.
Primero, la exaltación del enamoramiento y, luego, la depresión en la que, posteriormente, se sumió, cuando Lou, al sentirse abrumada por el acoso amoroso, lo alejó y se alejó de él, a comienzos del otoño de ese mismo año, para rechazarlo, definitivamente, en diciembre, debieron ser más que suficientes y trascendentales como para haber actuado de factor detonante del mito y de la escritura de la obra más popular de Friedrich Nietzsche.
Esto es más que posible, siempre y cuando se acepte que, en Nietzsche, el mito, la razón, la imaginación, el Eros y la escritura, están sustancialmente ligados al propio devenir existencial y operan como mitología, filosofía y literatura, las tres como una. Tal y como lo explica Alexander Nehamas, en su libro, Nietzsche, la vida como literatura:
"Esta interacción paradójica entre creación y descubrimiento, conocimiento y acción, literatura y vida está en el centro de la concepción que Nietzsche tiene del yo interno. Dicha tensión nos fija la tarea de entender uno de los más sorprendentes autorretratos de Zaratustra:
"Pues eso soy yo de raíz y desde el comienzo, tirando, atrayendo, levantando, elevando, alguien que tira, que cría y corrige, que no en vano se dijo a sí mismo en otro tiempo: ¡Llega a ser el que eres!" (Z, IV, 1).
"El propio Nietzsche sigue el consejo de Zaratustra. Con la franqueza que lo caracteriza, sigue el consejo convirtiéndolo tanto en objeto de su escritura como en objetivo de su vida; intenta, coherentemente, consumarlo de manera que sea, y parezca ser, esencialmente su manera y no la de nadie más" (1).
Pero y más asombroso todavía, es la relación sustancial entre Zaratustra y la idea del eterno retorno, fundamento filosófico del poema y de la que, al contrario de la interpretación cosmológica que comúnmente se le ha dado, Alexander Nehamas afirma y explica lo siguiente:
"El eterno retorno no es por tanto una teoría del universo, sino una visión de la vida ideal. Sostiene que una vida se justifica únicamente si uno desea repetir la misma vida que ya le ha sido dada, ya que como demuestra la voluntad de poder, ninguna otra vida es posible. El eterno retorno afirma, pues, que nuestra vida sólo tendrá justificación si se modela de tal forma que nuestro deseo sea repetirla exactamente tal como ya ha sucedido" (2).
Sorprende, además y mirando el asunto desde un punto de vista psico-emocional que, en Así habló Zaratustra y en el autorretrato de Zaratustra citado atrás, se presenta una similaridad entre el lamento de Nietzsche, con las dolorosas quejas, angustias, ansiedades, ira, el ambiguo amor-odio y la mitificación, común a las quejas y lamentos de los enamorados cuando sienten que su amada los rechaza.
En ambos casos, el de Nietzsche y el del frustrado enamorado, se trata de un dolor causado por la desesperación de querer recuperar de nuevo la calma y reafirmar la identidad que han quedado destrozadas a causa del fracaso amoroso.
Algo así como un contradictorio estado entre un "eterno retorno" al paraíso perdido del enamoramiento y el advenimiento de un doloroso olvido total, los que, para un amante normal y saludable, al fin llegarán con un nuevo enamoramiento que transformará su dolor, su olvido y mucho más (3).
Tampoco es extraño que en los estados extremos y dolorosamente emocionales del enamoramiento, cada persona, acorde con su naturaleza y la visión de sí mismo, reaccione, igualmente, de manera extrema como una especie de terapia para recuperar la salud emocional.
Bien conocidos son los casos de escritores y poetas que han producido grandes obras y poemas compulsados por el dolor del fracaso amoroso que los ha sumido en crisis existenciales.
Tales los casos de Soren Kierkegard, quien escribió, tras su crisis amorosa con Regina Olsen, tres de sus obras más inquietantes y herméticamente autobiográficas: Temor y temblor, La repetición y Tres discursos edificantes, publicadas simultáneamente, en 1843.
O, el de Franz Kafka, quien escribió, El proceso y El castillo y numerosas narraciones más, luego de sus fracasos amorosos con Felice y Milena, y de quién sabe qué otras oscuras experiencias erótico-amorosas. De Kafka se sabe que a los quince años seducía a las muchachas leyéndoles los versos de Así habló Zaratustra. El caso Kafka, de lo autobiográfico en su literatura y de su conexión con Nietzsche, han sido tratados en otro de mis libros.
O, el de Thomas Mann, a quien sus homoeróticos enamoramientos por muchachos jóvenes lo compulsaron a escribir algunas de las más emocionales y herméticas páginas de sus obras.
Por ejemplo, como lo anota Marcel Reich-Ranicki, el que Thomas Mann sintió por
“Armin Martens (el modelo de Hans Hansen en Tonio Kröger), de quien se dice que no había tenido otra misión que la de inspirar un sentimiento destinado a convertirse en un poema perdurable. ¿Ninguna otra misión? Me pregunto si se trata sólo de una observación fría y egoísta o quizás incluso cruel” (4).
Existen otros enamoramientos conectados a las narraciones de Thomas Mann, debidamente documentados. Sobre ellos se trata en otro de mis libros.
O, los Sonetos a Laura, de Petrarca. O, de la Divina Comedia, el enamoramiento sublimado y nunca consumado de Dante por Beatriz. O, qué decir de los Sonetos del enamorado William Shakespeare.
En fin, argumentos filosóficos, psico-emocionales y ejemplos en favor de mi hipótesis descabellada: Nietzsche escribió Así habló Zaratustra, compulsado por el Estado agónico de su enamoramiento hacia Lou Andreas-Salomé.
Pero, como el enamoramiento es una fuerza de transformación vital, también hay que reconocer que Zaratustra salvó a Nietzsche de la locura... sólo por un breve lapso, pero lo condenó al Fuego y al Silencio.
Sin embargo, más allá de los argumentos y de los ejemplos anteriores, existen otras claves, a partir de las cuales es posible sustentar esa hipótesis descabellada y descifrar el misterio de la génesis, concepción, gestación y nacimiento de Así habló Zaratustra.
Esas claves se encuentran inscritas y encriptadas en los testimonios, tanto del propio Nietzsche, en sus obras y escritos autobiográficos, como en los de aquellas personas que estuvieron cercanas, en aquel tiempo, a los sucesos y que, posteriormente, dieron razón y fe de ellos.
Los estudios críticos, tanto de los eventos, como de las claves de las obras y escritos de Nietzsche, han estado más dirigidos a otras direcciones, casi, tan próximas a las de mi hipótesis descabellada que, al analizarlos, desde el punto de vista de mi propuesta, concuerdan con ella y la sustentan.
En tal sentido, cito la introducción a la edición de Así habló Zaratustra (5), de Andrés Sánchez Pascual, en la cual cuenta la historia de lo que él llama la “triple génesis” de Zaratustra:
“Recoaro es el lugar donde acontece el primer presentimiento de lo que será Así habló Zaratustra. Es un presentimiento nebuloso, ni conceptual, ni figurativo, como los dos a los que luego nos referiremos. Es tan sólo “un signo precursor”, que consiste en “un cambio súbito y, en lo más hondo, decisivo de mi gusto, sobre todo en la música”. Las palabras de Nietzsche aluden a ese cambio enigmáticamente: “En una pequeña localidad termal de montaña, no lejos de Vicenza, en Recoaro, donde pasé la primavera del año 1881, descubrí juntamente con mi maestro y amigo Peter Gast, también él un “renacido” que el fénix Música pasaba volando a nuestro lado con un plumaje más ligero y más luminoso del que nunca había exhibido” (Ecce homo, pp. 93-94). Nada más. En esta visión del fénix Música se sitúa lo que hemos llamado la “génesis afectiva” de Así habló Zaratustra”.
“¿Cómo decir en una sola palabra hacia donde tienden todas las energías que tengo dentro de mi? Y si yo supiese esa palabra, no la diría”, le escribe Nietzsche a su hermana desde Recoaro poco antes de salir para Suiza, donde pasará el verano. Y donde tendrá lugar aquel conocido episodio que aquí calificamos de “génesis conceptual” de la obra”.
“Voy a contar ahora la historia de Zaratustra. La concepción fundamental de la obra, el pensamiento del eterno retorno, esa fórmula suprema de afirmación a que se puede llegar en absoluto –es de agosto del año 1881: se encuentra anotado en una hoja a cuyo final está escrito: “a 6.000 pies más allá del hombre y del tiempo”. Aquel día caminaba yo junto al lago de Silvaplana a través de los bosques; junto a una imponente roca que se eleva en forma de pirámide no lejos de Surlei, me detuve. Entonces me vino ese pensamiento” (Ecce homo, p. 93).
(Omito transcribir las notas que Nietzsche escribió sobre su idea del eterno retorno que Andrés Sánchez Pascual transcribe en este punto en su texto).
"El pensamiento del eterno retorno, hasta ese momento conocido por Nietzsche sólo de manera exterior, como una vieja hipótesis de la humanidad que ya había tenido su expresión en incontables fuentes orientales y griegas, se encarna en él. “ Entonces me vino ese pensamiento”. Pero es tan sólo un pensamiento, y hace falta una boca digna de exponerlo. Por el momento Nietzsche no la encuentra. Y han de pasar muchos meses, dieciocho exactamente (“número que podría sugerir, al menos entre budistas, la idea de que, en el fondo, yo soy un elefante hembra”), desde la génesis afectiva en Recoaro, pasando por la génesis conceptual en Sils-María, hasta que, en enero de 1883, tenga Nietzsche en Rapallo la visión del tipo de Zaratustra, esto es, lo que hemos llamado “génesis figurativa” de la obra. Entonces estarán listos los tres elementos, y la primavera brotará eruptivamente “en diez días”.
“El tiempo que transcurre entre la revelación de Sils-María y la aparición de Rapallo está lleno de elementos convulsivos en la vida de Nietzsche. Acabada la temporada estival en Sils-María, Nietzsche vuelve a Génova donde pasa todo el invierno; en abril de 1882 embarca para Mesina, y poco más tarde va a Roma, donde conoce a Lou Andreas-Salomé, la mujer cuya mano solicitará por dos veces inútilmente, pues ambas es rechazado. Con ella parte luego hacia el norte; Nietzsche pasa el mes de junio en Naumburgo, junto a su familia, y trabaja en La gaya ciencia. El mes de julio reside en Tautenburgo, esperando la llegada de Lou Andreas-Salomé, que le ha prometido vivir una temporada a su lado. La gaya ciencia está terminada y es enviada a la imprenta; en una de sus últimas páginas aparece ya la figura de Zaratustra, en un párrafo que luego pasará íntegramente a Así habló Zaratustra. A primeros de agosto Lou Andreas-Salomé llega a Tautenburgo”.
[...]
“Acabado aquel “idilio” que tanto dolor va a causar en lo sucesivo a Nietzsche, éste parte para Leipzig y, pasando por Basilea, llega otra vez a Génova, a mediados de noviembre. El día 23 del mismo mes se traslada a Rapallo. “El invierno siguiente lo viví en aquella graciosa y tranquila bahía de Rapallo, no lejos de Génova, enclavada entre Chiavari y el promontorio de Portofino. Mi salud no era óptima; el invierno, frío y sobremanera lluvioso; un pequeño albergo (fonda), situado directamente junto al mar, de modo que por la noche el oleaje imposibilitaba el sueño, ofrecía, casi en todo, lo contrario de lo deseable. A pesar de ello, y casi para demostrar mi tesis de que todo lo decisivo surge “a pesar de”, mi Zaratustra nació en este invierno y en estas desfavorables circunstancias. –Por la mañana yo subía en dirección sur, hasta la cumbre, por la magnífica carretera que va hacia Zoagli, pasando junto a los pinos y dominando ampliamente con la vista el mar; por la tarde, siempre que la salud me lo permitía, rodeaba la bahía entera de Santa Margherita, hasta llegar detrás de Portofino. Este lugar y este paisaje se han vuelto más próximos aún a mi corazón por el gran amor que el inolvidable emperador alemán Federico III sentía por ellos; yo me hallaba de nuevo, casualmente, en esta costa en el otoño de 1886, cuando él visitó por última vez este pequeño olvidado mundo de felicidad. –En estos dos caminos se me ocurrió todo el primer Zaratustra, sobre todo Zaratustra mismo en cuanto tipo: más exactamente, éste me asaltó...” (Ecce homo, pp. 94-95)”.
“Aquí en Rapallo, posiblemente a finales de enero de 1883, tiene lugar la que hemos llamado la “génesis figurativa” de este libro. Como dice Nietzsche: “Sobre todo Zaratustra mismo en cuanto tipo... me asaltó”. Aquella aparición de Zaratustra, la boca digna de expresar el pensamiento del eterno retorno de lo idéntico, la describe Nietzsche en una breve poesía cuyo título originario es:
“Portofino
Aquí estaba yo sentado, aguardando, aguardando –nada,
Más allá del bien y del mal, disfrutando
Ya de la luz, ya de las sombras, siendo totalmente solo juego,
Totalmente mar, totalmente mediodía, totalmente tiempo sin meta.
Entonces, de repente, ¡amiga!, el que era uno se convirtió en dos-
Y Zaratustra pasó a mi lado”.
La historia que cuenta Andrés Sánchez Pascual y su análisis de la “triple génesis”, muestra, de manera palpable, el impacto emocional que la relación con Lou Andreas-Salomé tuvo en Nietzsche, pero no lo asocia con la génesis de Zaratustra.
Sin embargo y, si a su historia y a su análisis se le adicionan, en los puntos correspondientes, los escritos y testimonios, tanto del propio Nietzsche como los de Lou y las otras personas cercanas a esa relación y a esos eventos, como más adelante lo haré, es fácil deducir las circunstancias y la íntima conexión entre ese enamoramiento, la leyenda del “El secreto de Monte Sacro” y la génesis de Zaratustra.
Reconozco que, por tratarse de unos eventos, aparentemente frívolos e insignificantes, la pudorosa e hipócrita seriedad de biógrafos, críticos y académicos, tan laxa en el amarillista análisis de otros aspectos de la vida de Nietzsche, ha preferido ignorarlos, rechazarlos y, hasta, tergiversarlos, en lugar de reconocerles el significado e importancia que realmente tienen como factor detonante de la escritura de Así habló Zaratustra.
EL ENCUENTRO Y EL OLVIDO
La versión, más amplia y detallada de los eventos que rodean "El secreto de Monte Sacro", la ofrece el esposo de Lou, H. F. Peters, en la biografía titulada: Mi hermana, mi esposa, la vida de Lou Andreas-Salomé (6):
El episodio se inicia luego de la propuesta que Nietzsche les hace a Paul Rée, Lou y a la madre de esta, para realizar una excursión a Orta y la que ellos no tenían prevista en su itinerario:
“Lou se mostró de acuerdo con la idea de la excursión, por lo que, a primeros días de mayo, los cuatro se encontraban en el pueblecito de Orta, situado en una pequeña península de la orilla oriental del lago, frente a la isla de San Guiulio. Inmediatamente a su espalda se alza una colina de unos cien metros de altura, cubierta de bosques, consagrada a san Francisco y que lleva el nombre de Monte Sacro, debido a las numerosas capillas votivas que hay en sus laderas. Vetustos edificios, iglesias y monasterios animan el paisaje, y pequeñas aldeas se arraciman en las rocosas orillas del lago”.
Es, hacia esa isla y la célebre basílica del lugar, a donde se dirigen los cuatro excursionistas. Y, continúa H. F. Peters:
“El piadoso encanto de San Guiulio no desconcertó a Lou Andreas-Salomé. Ella era una buena creyente; para ella, todo aquello no era más que la prueba de la omnipotente presencia de Dios. Rée, por el contrario, que ni creía ni quería creer, se sentía irritado por aquel ambiente de devoción que parecía inmune a su burlona ironía. Sólo tenía un deseo: abandonar Orta lo antes posible; pero no consiguió realizarlo, pues Lou y Nietzsche estaban plenamente cautivados por la magia del lugar. Ambos iban en busca de una nueva fe –y éste es el secreto de su afinidad-, una fe que les confirmara la grandeza de la vida y el deleite que proporciona a los sentidos. ¿Era ésta la respuesta a su pregunta: la conjunción de la belleza y la santidad? ¿Era la vida divina, en tanto que fenómeno estético? Al volver a Orta, Nietzsche y Lou decidieron continuar la peregrinación y visitar las capillas de Monte Sacro. La madre de Lou y Paul Rée pretextaron cansancio y dijeron que los esperarían en la orilla. Entonces, se le ofreció a Nietzsche la gran oportunidad: por primera vez, estaba a solas con Lou”.
“Nadie sabe lo que ocurrió durante aquel paseo, ya que no hubo testigos. Que ocurrió algo, es indudable, a juzgar por los errores y extravíos subsiguientes. Dice Lou en sus Memorias, que en Monte Sacro debió cautivarla, “por lo menos, a causa de un inesperado enfado de mi madre, tuve que advertir que Nietzsche y yo estuvimos demasiado tiempo en Monte Sacro, lo cual también observó de muy mal talante Paul Rée, que estaba haciéndole compañía”.
"El tiempo que permanecieron Lou y Nietzsche en Monte Sacro, debió ser mucho más del prudente, y dice Peters: “Hasta ahora, se ha supuesto que se quedaron para ver la puesta del sol sobre Santa Rosa. Pero desde Monte Sacro no se divisa Santa Rosa; la razón debe ser otra. Es posible que el ambiente y el hallarse a solas por primera vez acentuara su íntima afinidad y, enfrascados en su conversación, no se dieron cuenta de que pasaba el tiempo. Pero si fue éste de verdad el único motivo de su retraso, por qué dijo Lou a Ernst Pfeiffer, el amigo a quien trató en los últimos años de su vida: “¿Si besé a Nietzsche en Monte Sacro? Ya no lo sé”.
“¿Y a qué se refería Nietzsche al decir, aludiendo a aquel paseo: “El sueño más maravilloso de mi vida, lo debo a usted?”
“Y, por fin, ¿por qué escribió Rée, meses después, en una carta a Lou?: “A propósito, sigo estando algo celoso, y se comprende. ¿Qué actitud, qué entonación, qué visión asocias al nombre de Monte Sacro? ¿Por qué estimó necesario otorgarle una grandiosa absolución general?”. ¿Qué había, pues, hecho Lou?”.
Hasta aquí la cita de H. F. Peters. Lo demás es historia.
LA TRAGICOMEDIA AMOROSA
La mayoría de los biógrafos y críticos de Nietzsche y de su obra, consideran lo sucedido en Monte Sacro, entre él filósofo enamorado y Lou Andreas-Salomé, como un evento insignificante, frívolo y sin mayor trascendencia.
O, bien, porque consideran que Lou era sólo una atractiva muchacha que quería obtener notoriedad en el ambiente intelectual europeo de la época relacionándose con un personaje de especial talla y relevancia. Esos críticos consideran de similar forma a las posteriores relaciones de Lou Andreas-Salomé con Sigmund Freud y Rainer María Rilke.
O, bien, porque consideran que, aquel enamoramiento y fracaso amoroso, poco o nada significa ni aporta en la vida, en la mitología, en las ideas, en el pensamiento y en las obras, de lo que siguió para Nietzsche, por supuesto, incluido Zaratustra.
O, bien y lo que es peor, por ambas cosas.
Pero, las cosas no son tan sencillas como parecen, pues Lou Andreas-Salomé no fue la frívola y arribista muchacha linda que seducía hombres notorios. Por el contrario, fue una importante mujer que con propios méritos y obras, se ganó un puesto en la historia, como lo demostraré más adelante.
En ese verano de sus veintiún años, Lou Andreas-Salomé era un encantadora joven, de inteligencia brillante y amante de todo lo que significara conocimiento.
Nacida en San Petersburgo el 12 de febrero de 1861, hija del general ruso-germano, Gustav von Salomé, quien se había ganado en su carrera la consideración y cercanía a la casa de los Romanov de Rusia y de Louise von Salomé, nacida en Rusia pero descendiente de una importante familia germana.
Su vida gozó de todos los privilegios y reconocimientos, además de una gran libertad, la misma que ella quería aprovechar para desarrollar su vida intelectual, viajando por Europa, aprendiendo y relacionándose con los más importantes personajes de la época.
Esa fue la razón de aquel viaje desde Italia y hacia Alemania, en el que, además de estar acompañada por su madre, iba con el filósofo alemán Paul Rée, con quien sostenía una muy especial relación de amistad íntima y tutoría filosófica y quien, a su vez, era amigo de Nietzsche desde tiempo atrás.
Fue precisamente Paul Rée quien los presentó en Roma y quien invitó a Nietzsche a unírseles en Milán, tal como ocurrió, pero que, en lugar de continuar hacia Suiza, como estaba planeado, Nietzsche propuso realizar la excursión al Lago de Orta, hermosa región del norte italiano.
Toda esta historia y demás anécdotas se encuentran registradas en el libro Documentos de un encuentro (7), en el que se reproducen las correspondencias, escritos, notas y testimonios de antes y después del encuentro de Monte Sacro, tanto de los tres protagonistas, como de otras personas relacionadas con ellos.
LA CONCEPCIÓN DE ZARATUSTRA
Pero, aparte de esa historia y de las anécdotas y chismes de aquel, ni tan fortuito ni tan frívolo ni tan insignificante encuentro entre la hermosa Lou Andreas-Salomé y el ya célebre e importante filósofo, Friedrich Nietzsche, en aquellos Documentos de un encuentro se puede seguir paso a paso el enamoramiento de Nietzsche, de cuyo desarrollo y fracaso amoroso, emerge la materia que Nietzsche venía acumulando y de la que, en el choque de las fuerzas y energías del gozo y del dolor emocional y vital, saltará la chispa de vida que concebiría al Zaratustra que inicia, propiamente, su gestación en "El secreto de Monte Sacro".
Es esa gestación de Zaratustra, con sus primeras alegrías y los posteriores tormentos, la que puede seguirse en las cartas que intercambian y las notas que escribirán, desde ese momento y hasta su culminación, el alumbramiento, entre el 1 y 10 de febrero de 1883, días en los cuales Nietzsche comienza y termina de escribir la primera parte de Así habló Zaratustra.
Por esa correspondencia puede comprenderse cómo Nietzsche, preñado de Zaratustra, va nutriendo la criatura con los elementos que le aportan y producen el intercambio de ideas y de las sutilezas de su seducción con Lou Andreas-Salomé.
Al principio, con el gozo del enamorado gestante y hacia el final, con las penas del amor perdido de un enamorado que gesta, con pasión y dolor, un misterio, al que, la saturación creadora y el dolor emocional, provocarán la eclosión final: la gran criatura: Así habló Zaratustra.
Es así como la vida de Nietzsche, después de “El secreto de Monte Sacro”, se puede dividir en dos períodos que concluyen al finalizar la escritura de Así habló Zaratustra, el 10 de febrero de 1883.
El primer período se inicia luego del rechazo a sus pretensiones eróticas en el ascenso a Monte Sacro y el cual concluye, con un previo intermedio de feliz entendimiento, a finales de noviembre y comienzos de diciembre de 1882, cuando Lou rechaza, definitivamente, las pretensiones amorosas que Nietzsche mantenía acuciantes y ocultas detrás de su amistad y de su proyecto de convertirse en maestro, guía y esposo de Lou, a quien, además, pretendía convertir en heredera de sus grandes ideas.
Concluido el primer período y, desde ese momento, iniciación del segundo período, la existencia de Nietzsche se convirtió en un infierno íntimo, pues el rechazo de Lou Andreas-Salomé lo sumió en profunda depresión, cuya bipolaridad bien queda reflejada en la correspondencia que intercambiaron y los pocos encuentros que sostuvieron, hasta que se presenta la saturación que llevó a Nietzsche a la desesperación y a la sobrecarga emocional y creativa que, finalmente, explota el 1 febrero de 1883, al empezar la escritura de Así habló Zaratustra y que se desvanece totalmente el 22 de febrero, cuando declara, en tres frases extrañas y herméticas, antecedidas de una mención a Wagner, el final de la escritura.
Carta de Nietzsche a Franz Overbeck, en Basilea. Rapallo, 22 de febrero de 1883:
"Wagner era con mucho el hombre más completo que he conocido…
[...]
Lou es con mucho la persona más lista, que conocí. Pero etc. etc...
Mi "Zaratustra" ya debe estar en la imprenta.
He escrito a Cósima tan pronto como me ha sido posible" (D, p. 211) (8).
La conexión de estas tres frases y la mención a Wagner podría interpretarse como un reconocimiento oculto a lo que Nietzsche tomó de las sustancias de Lou, Cósima y de su amor-odio por Wagner, para concebir, engendrar y parir a Zaratustra. Y, de manera mucho más oculta, pero evidente por su ausencia, la presencia de Elizabeth que impregna, ella también, todo el poema.
Segunda parte:
La historia de la gestación de Zaratustra
Toda gestación es un suceso deslumbrante y maravilloso y un período durante el cual, el gestante, pasa, arbitrariamente, de la agonía al éxtasis y viceversa, debido a los violentos choques anímicos y fisiológicos que ocurren en las profundidades de su Ser y de su cuerpo.
Igual que las agonías y los éxtasis del cuerpo y el ánimo de la gestación biológica, son las agonías y éxtasis de la gestación espiritual, un espíritu que emana de la vida natural (9), engendra y gesta una obra maestra de la humanidad: Así habló Zaratustra.
Esa gestación tiene una historia de agonías y éxtasis. Esa es la historia que ahora se va a contar.
PRIMER PERÍODO: LO HEROICO
Lou aceptó, entusiasmada, mantener una amistosa relación de discípula con Nietzsche a pesar del infortunado suceso de Monte Sacro, porque admiraba profundamente la obra de Nietzsche y deseaba formar parte del grupo selecto y privilegiado de sus discípulos, en el cual se proponía estimular su propio desarrollo intelectual y participar en la creación de las ideas del maestro.
Este es el proyecto que Lou le propone a Nietzsche y que ambos emprenden, como una dichosa y cordial amistad, en sustitución de la pretensión amorosa de él. Pero, esa relación sólo se mantiene hasta los primeros días de diciembre de 1882, fecha para la cual ellos habían planeado la iniciación de su escuela-secta, filosófico-religiosa.
Sin embargo, si se le mira desde el ángulo de la imaginación asociativa o el "racionamiento por abducción", descubierto por Charles S. Peirce en 1879, se podrá ver que lo que en ese período estaba sucediendo era un hecho extraordinario: iniciado al calor de ese verano de 1882 y de los sucesos de Monte Sacro, la gestación de Zaratustra y el futuro de su misión.
¿Coincidencia o causalidad? En las cartas que Lou y Nietzsche intercambian de junio a agosto de 1882, pareciera que ya se está insinuado (¿gestando?) Zaratustra, tal y como puede observarse con la aparición de los motivos que se forman y se desarrollan desde los primeros versos del poema:
"[...] una mañana, levantándose con la aurora (*) (subrayo la palabra, lo cual explico más adelante), se colocó delante del sol y le habló así:
"¡Tu gran astro! ¡Qué sería de tu felicidad si no tuvieras a aquellos a quienes iluminas!
Durante diez años has venido subiendo hasta mi caverna: sin mí, mi águila (**) (ver más adelante) y mi serpiente te habrías hartado de tu luz y de este camino.
Pero nosotros te aguardábamos, cada mañana, te liberábamos de tu sobreabundancia y te bendecíamos por ello.
¡Mira! Estoy hastiado de mi sabiduría como la abeja que ha recogido demasiada miel, tengo necesidad de manos que se extiendan.
Me gustaría regalar y repartir hasta que los sabios entre los hombres hayan vuelto a regocijarse con su locura, y los pobres, con su riqueza" (Z, pp. 33, 34) (10).
El motivo de la aurora (*) aparece, por primera vez, en la carta que Lou le envía a Nietzsche desde Hamburg, el 4 de junio de 1882. Hacia el final y entre puntos seguidos, ella le escribe:
"La aurora (*), es mi única amiga" (D, p. 91).
La conexión se establece plenamente en el comentario que Nietzsche le hace a Lou en su carta de respuesta desde Naumburg, el 7 de junio de 1882:
"¡También yo estoy ahora rodeado de auroras (*), pero no están impresas! Lo que ya no creía posible: encontrar un amigo para compartir mis últimas alegrías y tristezas parece serlo -como la dorada posibilidad en el horizonte de mi vida futura-. Me conmueve pensar en el alma valiente e intuitiva de mi querida Lou" (D, p. 94).
(*) Aurora: Para un filólogo como Nietzsche, cada palabra, como una moneda preciosa, adquiere valor y conexión sustanciales con la totalidad del sistema del que proviene y al que se dirige. Pareciera que la palabra "aurora", es una referencia directa, una anunciación de lo que se ha iniciado y lo que está por venir.
Además, llama la atención el que Giordano Bruno utilice la misma palabra, aurora, para interpretar y dar sentido a "la luz de Nicolás Copérnico" (11), pues este ha sido:
"[...] dispuesto por los dioses como una aurora que debía preceder la salida de este sol de la antigua y verdadera filosofía, durante tantos siglos sepultada en las tenebrosas cavernas de la ciega, maligna, proterva y envidiosa ignorancia" (12).
Iguales consideraciones son válidas para las demás conexiones que pueden establecerse entre los motivos de los versos citados del poema y los que Nietzsche escribió en su carta, ocho meses antes de iniciar la escritura de Así habló Zaratustra. Los mismos que se irán profundizando y complementando en las cartas siguientes, en las que, además, se puede seguir el cambio de tono, de la exaltación amorosa del primer momento, al de la desesperación y la ira por la posterior tragedia amorosa.
Eran, aquellas, las primeras alegrías de lo que parecía sería una gestación feliz. Sin embargo, esta gestación será heroica y devendrá en tragedia. El Nietzsche de aquellos primeros días aún goza los éxtasis del enamoramiento por la dichosa gestación de la criatura.
¿Estaba ya anunciándose, tanto el advenimiento de Zaratustra como la razón de su misión?, Así puede pensarse por lo que le dice Nietzsche a Lou en carta desde Tautenburg, 26 de junio de 1882:
"Estoy buscando personas que puedan ser mis herederos, tengo muchas cosas que decir que no están en mis libros, y busco para tal fin, el más hermoso campo y también el más fértil" (D, p. 105).
Y, en la siguiente, también de Tautenburg, probablemente al día siguiente de la anterior, el 27 de junio que describe la transformación que, Nietzsche-Zaratustra, esta sufriendo, luego de un largo y penitente período:
"Fui formalmente derribado por el hecho de convertirme en un "hombre nuevo" -como consecuencia de una soledad demasiado rigurosa y de una completa renuncia al amor y a la amistad" (D, p. 106).
Y, el 2 de julio:
"No quiero estar más solo, y quiero convertirme de nuevo en un ser humano. ¡Ah!, todavía tengo que aprenderlo casi todo en ese dominio" (D, p. 107).
Del esplendor del enamoramiento de Nietzsche empezaba a emerger el destino de Zaratustra, así como el de su sustancia primigenia: su naturaleza, a la vez, heroica y trágica. Y, a esa gestación, ambos aportarían por igual: Lou, los elementos heroicos, Nietzsche, los trágicos.
Eran todavía días felices, de los que volveré a tratar en el próximo capítulo. Los de la gestación de lo heroico en Zaratustra. Tal se deduce del borrador de la carta que Nietzsche escribe, a mediados de julio/1882, para Malwida von Meysenbug, amiga de Lou:
"Mi vida apunta ahora a una meta más elevada y no haré sino dedicarme a ésta. ¡Nadie podrá adivinar! y (yo) mismo no puedo revelar el secreto, pero quiero confesarle, precisamente a usted, mejor que a nadie, que exige una manera de pensar heroica (en absoluto religiosa y resignada)" (D, p. 108).
Luego, un paso más. El “águila” (**), ya citada del poema, hacía su primera y ambigua aparición, tal la carta de Nietzsche a Lou desde Tautenburg, el 4 de agosto:
"Pero entonces el querido pájaro Lou voló sobre mi camino, y creí que era un águila (**) y quise que el águila (**) permaneciera conmigo" (D, p. 120).
Y, un último aporte de Lou para completar la naturaleza de Zaratustra y dar paso a la gestación de su naturaleza heroica.
Por aquel entonces, Nietzsche estaba leyendo y revisando los escritos en los que Lou desarrollaba algunas de las ideas que sobre la religión había discutido con él.
Es, precisamente, en las anotaciones del viernes 18 de agosto de 1882, en donde ella, la madre esencial, define, finalmente, la identidad genética y heroica de Zaratustra:
"Hay en el carácter de Nietzsche un rasgo heroico que le es esencial y confiere a sus cualidades e inclinaciones un carácter y una unidad coherentes. Aún le veremos como el mensajero de una nueva religión cuyos discípulos serán héroes" (D, p. 126).
Zaratustra ya es el Zaratustra heroico que Nietzsche ha concebido y engendrado para que Lou lo geste, tal y como puede deducirse, amplia y profundamente, de la totalidad de aquellas notas del 18 y 21 de agosto (D, pp. 126 a 130), a las que complementa con el documento denominado Libro de Stibbe (D, pp. 130 a 149).
SEGUNDO PERÍODO: LO TRÁGICO
Nietzsche acusa el golpe y, aunque tardará algún tiempo en reaccionar, ya siente que las tinieblas de su mente comienzan a disiparse para que se inicie la gestación de la naturaleza trágica de Zaratustra, la que a él le corresponde y cuya definición e identidad ya se anuncia al comienzo del final de los días felices.
Véase lo que le escribe desde Tautenburg, agosto de 1882, en unas notas en las que comenta los escritos de Lou:
"Las personas que aspiran a la grandeza son generalmente malas: es la única manera de soportarlas" (D, p. 150).
A un padre trágico se opone una madre heroica y, entre ambos, engendrarán un dios. Zaratustra es hijo de hombre y mujer transformados en mito y un mito él mismo, un mito de mitos.
Esta es la mujer y este el mito y esta la cópula que Nietzsche define para Lou en las notas que él escribe sobre los escritos de Lou desde Tautenburg, de agosto de 1882:
"La mujer más débil transformará a todo hombre en un dios, y de la misma manera obrará con las costumbres o la religión: por un proceso de sacralización las verá como algo intocable, definitivo y adorable. Es evidente que el sexo débil es más importante que el sexo fuerte en el origen de las religiones. Así serán las mujeres si se las deja solas, desde su debilidad no cesarían de crear "hombres", o también "dioses". Y como puede suponerse, ambos parecerían: ¡monstruos de fuerza!" (D, p. 152).
Para, inmediatamente, agregar los trece puntos sobre la naturaleza femenina, titulados: De la mujer, que abren y complementan la reflexión sobre el "sexo débil", de la nota anterior (D, p. 153).
He ahí lo trágico de la naturaleza y de la misión de Zaratustra: Ser gestado, en parte, por mujer. Por esa mujer a cuya exaltación y humillación estará dirigida su misión.
Será por mediación de esa exaltación y humillación que, el frustrado y dolorido enamorado, vengará el rechazo de la amada perdida, se sanará de sus heridas y dará a luz a Zaratustra.
Sólo que Nietzsche no lo sabía. Y es que, después que el enamoramiento cumple su función transformadora, adviene el olvido que no es olvido y el renacimiento que es transmutación (Ver nota 3).
Sin embargo, Nietzsche sí intuía, con su genial visión profética, que aquel poema era la profecía de su transmutación, la que lo convertirá en otro que es él mismo, en el que se fundirá y sublimará -que lo devorará-, el Zaratustra / Nietzsche que continuará siendo hasta más allá del colapso total de su mente, pero nunca al colapso de sus exacerbadas y extremas emociones, el Fuego y el Silencio.
Transmutación y visión profética que se confirman en el autorretrato de Zaratustra en el poema:
"Pues eso soy yo de raíz y desde el comienzo, tirando, atrayendo, levantando, elevando, alguien que tira, que cría y corrige, que no en vano se dijo a sí mismo en otro tiempo: ¡Llega a ser el que eres!" (Z, IV, 1).
Confirmación que será, aún más concreta y autobiográfica, como se lo anuncia a su amigo Franz Overbeck, en la carta que volveré a citar más adelante:
"El libro del que te hablé [...] Contiene un retrato extraordinariamente preciso de lo que será mi ser tan pronto como se haya liberado de toda su carga" (D, pp. 208-209).
Una vez culminada la gestación materna y hasta el 22 de febrero de 1883, se consumará, lenta y dolorosamente, el final de la gestación y el doloroso parto paterno de Zaratustra.
Pero, antes de esa culminación, las circunstancias que la preceden, tendrán que cumplirse.
Ante el persistente acoso de Nietzsche, Lou comienza a distanciarlo y a distanciarse, lo cual provoca los conflictos que los enfurecerán a ambos y las consecuentes reacciones de amor-odio que se desatan en todo rompimiento amoroso.
Para comienzos de diciembre y en el borrador de una carta de Nietzsche a Lou, él se queja, pero todavía Zaratustra no está listo:
"Decidí en Orta darle a conocer a usted, la primera, toda mi filosofía. ¡Ah! no tiene idea de que decisión fue aquella: creía que no se podía hacer mayor: creía que no se podía hacer mayor regalo a alguien" (D, p. 185).
"[...] Estuve inclinado a considerarla como la visión y aparición de un ideal sobre la tierra. ¿Lo notó? veo muy mal" (D, p. 186).
Sólo, un poco más adelante, Nietzsche, todavía quejándose, contradictoriamente niega y, al mismo tiempo, reconoce la participación materna de Lou y de que ella ya había concluido su misión gestadora.
Así como, al fin, reconoce que, de ese momento en adelante, la criatura final de Zaratustra era responsabilidad paterna:
"¡Extraño! Pensé que me había sido enviado un ángel cuando volví de nuevo hacia los hombres y la vida. Un ángel que debía mitigar algunas cargas que el dolor y la soledad habían vuelto demasiado pesadas, y ante todo un ángel de valentía y esperanza para cuanto me espera ahora. Pero no era un ángel.
No pienso tener que ver nada más con ella. Fue un derroche totalmente inútil de amor, de corazón. Y a decir verdad; soy lo bastante rico para hacerlo" (D, p. 192).
Y, ¡NACIÓ ZARATUSTRA!
Desde la noche de San Silvestre, 31 de diciembre de 1882, se hace el silencio epistolar de Nietzsche para con Lou. ¿Así lo demandaba Zaratustra?
Hasta que, el 11 de febrero de 1883, anuncia el feliz alumbramiento, cuando su amigo Franz Overbeck, en Basilea, recibe la carta de un gozoso Nietzsche que le anuncia, desde Rapallo, la misión y características de Así habló Zaratustra:
"El libro del que te hablé, cosa de 10 días, se me aparece ahora como mi testamento. Contiene un retrato extraordinariamente preciso de lo que será mí ser tan pronto como se haya liberado de toda su carga. Es un poema y no una colección de aforismos" (D, pp. 208-209).
Y, finalmente, el 22 de febrero de 1883, también a Overbeck, le escribe el anuncio, ya citado atrás, con los extraños y misteriosos reconocimientos a Wagner, Cósima y Lou:
"Mi "Zaratustra" ya debe estar en la imprenta" (D, p. 211).
Y, a partir de entonces, Nietzsche, Lou y Zaratustra, continuarán con sus propias vidas y destinos.
FINALES TRÁGICOS
La vida de Friedrich Nietzsche continúo siendo un férico y ardiente tormento y él escribirá algunas de las obras filosóficas y literarias más inquietantes de la historia, para finalizar, trágicamente, en enero de 1889, cuando su mente colapsa, abrazado “al cuello del caballo” de Dostoievski, y es internado en un asilo hasta su muerte, el 25 de agosto de 1900.
Es ese el trágico período en el que Nietzsche se fundirá, sublimará y será devorado por el fuego de Zaratustra.
Por su parte, Lou Andreas-Salomé, dirigió su vida hacia otros horizontes y otros hombres que la fascinaron por su personalidad y obra. Entre ellos, Sigmund Freud, de quien recibió entrenamiento en psicoanálisis y a quien, discretamente, rechazó en sus pretensiones eróticas.
De su relación con el psicoanálisis, Lou Andreas Salomé escribió originales ensayos que perturbaron al mismo Freud, ya que en ellos abordaba un asunto que, todavía hoy, continúa siendo tratado con oscuridad y temor: el goce femenino (13).
Más importante aún, fue su relación amorosa con el poeta alemán Rainer María Rilke, a quien se negó a psicoanalizar para no destruir su potencia poética. De este romance queda una historia que bien vale la pena conocer (14).
Lou Andreas-Salomé vivió sus últimos años en Göttingen y vio como Alemania era consumida en el terror nazi, régimen del que se convirtió en incomoda huésped por su personalidad e ideas, pues su reputación internacional y porque su origen ruso, no les permitía, a los nazis, poner sus manos sobre ella.
Lou Andreas-Salomé murió el 5 de febrero de 1937. Su vida es toda es una leyenda, incluida la de “El secreto de Monte Sacro” y su hermética maternidad de Así habló Zaratustra.
NOTAS
(1) Alexander Nehamas, Nietzsche, la vida como literatura, Turner/Fondo de Cultura Económica, México, 2002 (301 p.), p. 203
(2) Alexander Nehamas, Nietzsche, la vida como literatura..., p. 23
(3) Hipótesis descabelladas sobre la naturaleza del enamoramiento, las he propuesto en mi libro sin publicar: Beso Rico-EROS ALQUÍMICO, capítulos de la segunda parte: El enamoramiento: El fuego del renacer.
(4) Marcel Reich-Ranicki, Siete precursores. Escritores del siglo XX, Thomas Mann, etc., Galaxia Guttenberg/Círculo de Lectores, Barcelona, 2003, p. 102.
(5) Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra, Introducción, traducción y notas de Andrés Sánchez Pascual, Biblioteca Nietzsche, Alianza Editorial, Madrid, 1998, pp. 10 a 15.
Las citas de Ecce homo, de la introducción de Andrés Sánchez Pascual, fueron tomadas por él de: Friedrich Nietzsche, Ecce homo, Introducción, traducción y notas de Andrés Sánchez Pascual (El Libro de Bolsillo, Alianza Editorial, número 346, Madrid, 1971). (6) H. F. Peters, Mi esposa, mi hermana, la vida de Lou Andreas-Salomé, Plaza & Janés Editores, 1980 (345 p.), pp. 94, 95, 96.
(7) Friedrich Nietzsche, Lou Andreas-Salomé, Paul Rée, Documentos de un encuentro, Laertes de Ediciones, Barcelona, 1982 (332 p.), pp. 76 y ss.
(8) Todas las citas a la correspondencia y notas de Nietzsche y Lou Andreas-Salomé, han sido tomadas de: Friedrich Nietzsche, Lou Andreas-Salomé, Paul Rée, Documentos de un encuentro, y se identifican con (D y número de página) en el texto.
(9) George Santayana, Platonismo y vida espiritual, Trotta, Madrid, 2006 (83 p.), p. 57.
(10) Las citas de Así habló Zaratustra, han sido tomadas de: Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra, Alianza Editorial, Madrid, 1998.
(11) Giordano Bruno, De inmenso, III, 9, p. 381, Opera latina.
(12) Giordano Bruno, La cena de las cenizas, Diálogo primero, Alianza, Madrid, 1987, p. 67.
(13) Lou Andreas-Salomé, El narcisismo como doble dirección. Obras psicoanalíticas, Tusquets, Barcelona. 1982 (183 p.), publicado en: Lou Andreas-Salomé, El erotismo, José J. Olañeta, Editor, Palma de Mallorca, 1983 (136 p.)
(14) Rainer María Rilke, Lou Andreas-Salomé. Correspondencia, José J. Olañeta, Editor, Barcelona, 1981 (62 p.)
BIBLIOGRAFÍA
- Lou Andreas-Salomé, Nietzsche, Grupo Cultural Zero, Madrid, 1986.
- Curt Paul Janz, Biografía de Friedrich Nietzsche (cuatro tomos), Alianza Editorial, Madrid, 1981
- Rüdiger Safranski, Nietzsche, biografía de su pensamiento, Tusquets Editores, Barcelona, 2001.
Capítulo 1
Así nació Zaratustra en los tiempos del amor
La vida amorosa de Friedrich Nietzsche es tan extraña, compleja y trágica, como su propia vida y obra. Y, si se especula, sin prejuicios académicos, se puede concluir que, vida, obra y amores, forman un triángulo trágico indisoluble, al fin y al cabo, para él, la vida era como mitología, filosofía y literatura.
Fueron dos los trágicos enamoramientos de Friedrich Nietzsche que trastornaron su compleja vida afectiva, emocional y racional. Su amor por Cósima Wagner y el enamoramiento por Lou Andreas-Salomé (1861-1937). Un tercero, es el oscuro capítulo de su incesto, del que poco se habla.
A pesar de la tragedia, o precisamente por ella, de esos tormentosos enamoramientos y amores fracasados es de donde parece emerger el magma que compulsa la violenta fuerza que anima la escritura de, al menos, tres de las obras de Nietzsche: El origen de la tragedia (1872), El caso Wagner (1888) y Así habló Zaratustra (1884).
Antes de continuar y absteniéndome de cualquier comentario, quiero mencionar ese tercer amor, oscuro y mucho más trágico, el cual es todavía motivo de especulaciones. Se trata del presunto incesto y amor con su hermana Elizabeth, del que, se supone, nació el libro autobiográfico, Mi hermana y yo, escrito en 1889, poco antes de la gran crisis y publicado, póstumamente, en 1908, cuando Elizabeth cedió el manuscrito por una alta suma de dinero.
Ahora bien, de aquellos dos enamoramientos y amores fracasados de Nietzsche, se puede decir, en principio, que el uno fue trágico y el otro terminó en tragicomedia.
Enamoramiento trágico fue el que sintió por Cósima, la esposa del compositor alemán Richard Wagner, a quien admiraba hasta la idolatría. Esta compleja situación emocional e intelectual, posiblemente, desató los "casi trágicos" conflictos entre ambos hombres hasta llegar a convertirlos en enemigos irreconciliables
De estos trágicos eventos, parece que se desató el “furor”, la ira y la fuerza que empujaron la escritura de dos de las obras ya mencionadas: El origen de la tragedia (1872), con la busca exaltar la obra de Richard Wagner y El caso Wagner (1888), en el cual critica duramente al músico y trata de explicar la naturaleza de sus relaciones con él. Pero esa es una historia más conocida.
El segundo enamoramiento y amor fracasado, fue la tragicomedia amorosa que dio origen a la leyenda de "El secreto de Monte Sacro”, lugar donde chocaron las pretensiones amorosas de Nietzsche con el rotundo rechazo de Lou Andreas-Salomé.
Primera parte:
Génesis de Zaratustra
De lo que sucedió en Monte Sacro es muy poca la información conocida, sólo los escasos comentarios que Nietzsche y Lou Andreas Salomé hicieron con posterioridad, tanto en su correspondencia, como a sus familiares y amigos. O, los indirectos testimonios de la madre de Lou y Paul Rée, quienes los acompañaban en el paseo de ese día, pero no durante el ascenso a Monte Sacro.
Ese ha sido, quizás, uno de los motivos por los cuales los biógrafos han evadido tratar estos eventos y sus repercusiones en la vida y obra de Nietzsche y en la de Lou Andreas-Salomé. El otro, porque lo han considerado un evento frívolo e insignificante, como más adelante explicaré.
Fue en el verano de 1882, cuando el enamorado Nietzsche, de treinta y ocho años, durante una excursión a la isla de San Guiulio y en la pequeña colina llamada Monte Sacro, acosó con sus pretensiones amorosas a la jovencita de veintiún años, Lou Andreas-Salomé, a las que ella se rehúso tajante.
Los tragicómicos eventos no pasarían de ser más que material de chismografía biográfica, si no fuera porque en ellos intervienen la compleja naturaleza psicológica y emocional de Nietzsche, para quien, vida, ideas, pensamiento y obra, son una y la misma cosa: la mitología, la literatura y la filosofía como vida.
De allí que no sea extraño el que, para Nietzsche, tanto los sucesos cotidianos, así como aquellos que, siendo parte de la cotidianidad, él los considerara como eventos extraordinarios, revelaciones que se conectan y combinan, con iguales calidades y cualidades en su vida y en el origen de sus ideas y pensamientos, hasta llegar a convertirse en las causas e inspiraciones de las que emergen sus obras, así como para desatar las tragedias que finalmente culminarían en su gran tragedia final: el colapso mental de enero de 1889.
Por esas razones, "El secreto de Monte Sacro” deja de ser una anécdota trivial para convertirse en un evento tan extraordinario como aquel en el se concibiera a Zaratustra un año antes. Un evento que toma su lugar en la sucesión de otros eventos extraordinarios, anteriores y posteriores a ese momento, para, así, establecerse en el punto de emergencia de unos tiempos equidistantes que coinciden y actúan como factores detonantes en la génesis, la gestación y el nacimiento de Así habló Zaratustra.
Circunstancias y tiempos que tienen su punto de partida en la primavera de 1881, en la estación termal de Recoaro, cerca de Vicenza; continúan en agosto de ese mismo año, en Sils-María; se eleva como un punto central en Monte Sacro, en el verano de 1882 y que, finalmente, se desata en febrero de 1883, cuando Nietzsche, finalmente, escribió la primera parte de Así habló Zaratustra entre el 1 y el 10 de ese mes.
Las otras dos partes del poema fueron escritas, la segunda en Sils-María, entre el 26 de junio y el 6 de julio de 1883. Y, la tercera, entre el 8 y el 20 enero de 1884, en Niza.
Aún cuando, las tres partes fueron publicadas por separado, se considera el año de 1884 como el de la conclusión y publicación. Una cuarta y última parte fue escrita en 1885, como primera parte de una nueva obra de tres partes, titulada Melodía y eternidad, cuyas otras dos partes nunca escribió.
En consecuencia y, así como para el propio Nietzsche, la casualidad y lo extraordinario eran elementos que intervenían en los asuntos de su vida, ideas, pensamientos y obras, es posible, a partir de una metodología imaginativa y lúdica, no carente de seriedad y formalidad, proponer una hipótesis descabellada que agregue una nueva leyenda sobre el origen de Así habló Zaratustra. Eso es lo que trataré de exponer.
GÉNESIS DE ZARATUSTRA
Así sea aventurado pensar que el fracaso amoroso de Nietzsche con Lou Andreas-Salomé pueda tener alguna conexión con la escritura de Así habló Zaratustra, no deja de ser divertido imaginar que, para un ser tan extremadamente complejo, apasionado, tormentoso y atormentado como Nietzsche, los eventos de aquel verano de 1882, fueran tan intensos y profundos.
Primero, la exaltación del enamoramiento y, luego, la depresión en la que, posteriormente, se sumió, cuando Lou, al sentirse abrumada por el acoso amoroso, lo alejó y se alejó de él, a comienzos del otoño de ese mismo año, para rechazarlo, definitivamente, en diciembre, debieron ser más que suficientes y trascendentales como para haber actuado de factor detonante del mito y de la escritura de la obra más popular de Friedrich Nietzsche.
Esto es más que posible, siempre y cuando se acepte que, en Nietzsche, el mito, la razón, la imaginación, el Eros y la escritura, están sustancialmente ligados al propio devenir existencial y operan como mitología, filosofía y literatura, las tres como una. Tal y como lo explica Alexander Nehamas, en su libro, Nietzsche, la vida como literatura:
"Esta interacción paradójica entre creación y descubrimiento, conocimiento y acción, literatura y vida está en el centro de la concepción que Nietzsche tiene del yo interno. Dicha tensión nos fija la tarea de entender uno de los más sorprendentes autorretratos de Zaratustra:
"Pues eso soy yo de raíz y desde el comienzo, tirando, atrayendo, levantando, elevando, alguien que tira, que cría y corrige, que no en vano se dijo a sí mismo en otro tiempo: ¡Llega a ser el que eres!" (Z, IV, 1).
"El propio Nietzsche sigue el consejo de Zaratustra. Con la franqueza que lo caracteriza, sigue el consejo convirtiéndolo tanto en objeto de su escritura como en objetivo de su vida; intenta, coherentemente, consumarlo de manera que sea, y parezca ser, esencialmente su manera y no la de nadie más" (1).
Pero y más asombroso todavía, es la relación sustancial entre Zaratustra y la idea del eterno retorno, fundamento filosófico del poema y de la que, al contrario de la interpretación cosmológica que comúnmente se le ha dado, Alexander Nehamas afirma y explica lo siguiente:
"El eterno retorno no es por tanto una teoría del universo, sino una visión de la vida ideal. Sostiene que una vida se justifica únicamente si uno desea repetir la misma vida que ya le ha sido dada, ya que como demuestra la voluntad de poder, ninguna otra vida es posible. El eterno retorno afirma, pues, que nuestra vida sólo tendrá justificación si se modela de tal forma que nuestro deseo sea repetirla exactamente tal como ya ha sucedido" (2).
Sorprende, además y mirando el asunto desde un punto de vista psico-emocional que, en Así habló Zaratustra y en el autorretrato de Zaratustra citado atrás, se presenta una similaridad entre el lamento de Nietzsche, con las dolorosas quejas, angustias, ansiedades, ira, el ambiguo amor-odio y la mitificación, común a las quejas y lamentos de los enamorados cuando sienten que su amada los rechaza.
En ambos casos, el de Nietzsche y el del frustrado enamorado, se trata de un dolor causado por la desesperación de querer recuperar de nuevo la calma y reafirmar la identidad que han quedado destrozadas a causa del fracaso amoroso.
Algo así como un contradictorio estado entre un "eterno retorno" al paraíso perdido del enamoramiento y el advenimiento de un doloroso olvido total, los que, para un amante normal y saludable, al fin llegarán con un nuevo enamoramiento que transformará su dolor, su olvido y mucho más (3).
Tampoco es extraño que en los estados extremos y dolorosamente emocionales del enamoramiento, cada persona, acorde con su naturaleza y la visión de sí mismo, reaccione, igualmente, de manera extrema como una especie de terapia para recuperar la salud emocional.
Bien conocidos son los casos de escritores y poetas que han producido grandes obras y poemas compulsados por el dolor del fracaso amoroso que los ha sumido en crisis existenciales.
Tales los casos de Soren Kierkegard, quien escribió, tras su crisis amorosa con Regina Olsen, tres de sus obras más inquietantes y herméticamente autobiográficas: Temor y temblor, La repetición y Tres discursos edificantes, publicadas simultáneamente, en 1843.
O, el de Franz Kafka, quien escribió, El proceso y El castillo y numerosas narraciones más, luego de sus fracasos amorosos con Felice y Milena, y de quién sabe qué otras oscuras experiencias erótico-amorosas. De Kafka se sabe que a los quince años seducía a las muchachas leyéndoles los versos de Así habló Zaratustra. El caso Kafka, de lo autobiográfico en su literatura y de su conexión con Nietzsche, han sido tratados en otro de mis libros.
O, el de Thomas Mann, a quien sus homoeróticos enamoramientos por muchachos jóvenes lo compulsaron a escribir algunas de las más emocionales y herméticas páginas de sus obras.
Por ejemplo, como lo anota Marcel Reich-Ranicki, el que Thomas Mann sintió por
“Armin Martens (el modelo de Hans Hansen en Tonio Kröger), de quien se dice que no había tenido otra misión que la de inspirar un sentimiento destinado a convertirse en un poema perdurable. ¿Ninguna otra misión? Me pregunto si se trata sólo de una observación fría y egoísta o quizás incluso cruel” (4).
Existen otros enamoramientos conectados a las narraciones de Thomas Mann, debidamente documentados. Sobre ellos se trata en otro de mis libros.
O, los Sonetos a Laura, de Petrarca. O, de la Divina Comedia, el enamoramiento sublimado y nunca consumado de Dante por Beatriz. O, qué decir de los Sonetos del enamorado William Shakespeare.
En fin, argumentos filosóficos, psico-emocionales y ejemplos en favor de mi hipótesis descabellada: Nietzsche escribió Así habló Zaratustra, compulsado por el Estado agónico de su enamoramiento hacia Lou Andreas-Salomé.
Pero, como el enamoramiento es una fuerza de transformación vital, también hay que reconocer que Zaratustra salvó a Nietzsche de la locura... sólo por un breve lapso, pero lo condenó al Fuego y al Silencio.
Sin embargo, más allá de los argumentos y de los ejemplos anteriores, existen otras claves, a partir de las cuales es posible sustentar esa hipótesis descabellada y descifrar el misterio de la génesis, concepción, gestación y nacimiento de Así habló Zaratustra.
Esas claves se encuentran inscritas y encriptadas en los testimonios, tanto del propio Nietzsche, en sus obras y escritos autobiográficos, como en los de aquellas personas que estuvieron cercanas, en aquel tiempo, a los sucesos y que, posteriormente, dieron razón y fe de ellos.
Los estudios críticos, tanto de los eventos, como de las claves de las obras y escritos de Nietzsche, han estado más dirigidos a otras direcciones, casi, tan próximas a las de mi hipótesis descabellada que, al analizarlos, desde el punto de vista de mi propuesta, concuerdan con ella y la sustentan.
En tal sentido, cito la introducción a la edición de Así habló Zaratustra (5), de Andrés Sánchez Pascual, en la cual cuenta la historia de lo que él llama la “triple génesis” de Zaratustra:
“Recoaro es el lugar donde acontece el primer presentimiento de lo que será Así habló Zaratustra. Es un presentimiento nebuloso, ni conceptual, ni figurativo, como los dos a los que luego nos referiremos. Es tan sólo “un signo precursor”, que consiste en “un cambio súbito y, en lo más hondo, decisivo de mi gusto, sobre todo en la música”. Las palabras de Nietzsche aluden a ese cambio enigmáticamente: “En una pequeña localidad termal de montaña, no lejos de Vicenza, en Recoaro, donde pasé la primavera del año 1881, descubrí juntamente con mi maestro y amigo Peter Gast, también él un “renacido” que el fénix Música pasaba volando a nuestro lado con un plumaje más ligero y más luminoso del que nunca había exhibido” (Ecce homo, pp. 93-94). Nada más. En esta visión del fénix Música se sitúa lo que hemos llamado la “génesis afectiva” de Así habló Zaratustra”.
“¿Cómo decir en una sola palabra hacia donde tienden todas las energías que tengo dentro de mi? Y si yo supiese esa palabra, no la diría”, le escribe Nietzsche a su hermana desde Recoaro poco antes de salir para Suiza, donde pasará el verano. Y donde tendrá lugar aquel conocido episodio que aquí calificamos de “génesis conceptual” de la obra”.
“Voy a contar ahora la historia de Zaratustra. La concepción fundamental de la obra, el pensamiento del eterno retorno, esa fórmula suprema de afirmación a que se puede llegar en absoluto –es de agosto del año 1881: se encuentra anotado en una hoja a cuyo final está escrito: “a 6.000 pies más allá del hombre y del tiempo”. Aquel día caminaba yo junto al lago de Silvaplana a través de los bosques; junto a una imponente roca que se eleva en forma de pirámide no lejos de Surlei, me detuve. Entonces me vino ese pensamiento” (Ecce homo, p. 93).
(Omito transcribir las notas que Nietzsche escribió sobre su idea del eterno retorno que Andrés Sánchez Pascual transcribe en este punto en su texto).
"El pensamiento del eterno retorno, hasta ese momento conocido por Nietzsche sólo de manera exterior, como una vieja hipótesis de la humanidad que ya había tenido su expresión en incontables fuentes orientales y griegas, se encarna en él. “ Entonces me vino ese pensamiento”. Pero es tan sólo un pensamiento, y hace falta una boca digna de exponerlo. Por el momento Nietzsche no la encuentra. Y han de pasar muchos meses, dieciocho exactamente (“número que podría sugerir, al menos entre budistas, la idea de que, en el fondo, yo soy un elefante hembra”), desde la génesis afectiva en Recoaro, pasando por la génesis conceptual en Sils-María, hasta que, en enero de 1883, tenga Nietzsche en Rapallo la visión del tipo de Zaratustra, esto es, lo que hemos llamado “génesis figurativa” de la obra. Entonces estarán listos los tres elementos, y la primavera brotará eruptivamente “en diez días”.
“El tiempo que transcurre entre la revelación de Sils-María y la aparición de Rapallo está lleno de elementos convulsivos en la vida de Nietzsche. Acabada la temporada estival en Sils-María, Nietzsche vuelve a Génova donde pasa todo el invierno; en abril de 1882 embarca para Mesina, y poco más tarde va a Roma, donde conoce a Lou Andreas-Salomé, la mujer cuya mano solicitará por dos veces inútilmente, pues ambas es rechazado. Con ella parte luego hacia el norte; Nietzsche pasa el mes de junio en Naumburgo, junto a su familia, y trabaja en La gaya ciencia. El mes de julio reside en Tautenburgo, esperando la llegada de Lou Andreas-Salomé, que le ha prometido vivir una temporada a su lado. La gaya ciencia está terminada y es enviada a la imprenta; en una de sus últimas páginas aparece ya la figura de Zaratustra, en un párrafo que luego pasará íntegramente a Así habló Zaratustra. A primeros de agosto Lou Andreas-Salomé llega a Tautenburgo”.
[...]
“Acabado aquel “idilio” que tanto dolor va a causar en lo sucesivo a Nietzsche, éste parte para Leipzig y, pasando por Basilea, llega otra vez a Génova, a mediados de noviembre. El día 23 del mismo mes se traslada a Rapallo. “El invierno siguiente lo viví en aquella graciosa y tranquila bahía de Rapallo, no lejos de Génova, enclavada entre Chiavari y el promontorio de Portofino. Mi salud no era óptima; el invierno, frío y sobremanera lluvioso; un pequeño albergo (fonda), situado directamente junto al mar, de modo que por la noche el oleaje imposibilitaba el sueño, ofrecía, casi en todo, lo contrario de lo deseable. A pesar de ello, y casi para demostrar mi tesis de que todo lo decisivo surge “a pesar de”, mi Zaratustra nació en este invierno y en estas desfavorables circunstancias. –Por la mañana yo subía en dirección sur, hasta la cumbre, por la magnífica carretera que va hacia Zoagli, pasando junto a los pinos y dominando ampliamente con la vista el mar; por la tarde, siempre que la salud me lo permitía, rodeaba la bahía entera de Santa Margherita, hasta llegar detrás de Portofino. Este lugar y este paisaje se han vuelto más próximos aún a mi corazón por el gran amor que el inolvidable emperador alemán Federico III sentía por ellos; yo me hallaba de nuevo, casualmente, en esta costa en el otoño de 1886, cuando él visitó por última vez este pequeño olvidado mundo de felicidad. –En estos dos caminos se me ocurrió todo el primer Zaratustra, sobre todo Zaratustra mismo en cuanto tipo: más exactamente, éste me asaltó...” (Ecce homo, pp. 94-95)”.
“Aquí en Rapallo, posiblemente a finales de enero de 1883, tiene lugar la que hemos llamado la “génesis figurativa” de este libro. Como dice Nietzsche: “Sobre todo Zaratustra mismo en cuanto tipo... me asaltó”. Aquella aparición de Zaratustra, la boca digna de expresar el pensamiento del eterno retorno de lo idéntico, la describe Nietzsche en una breve poesía cuyo título originario es:
“Portofino
Aquí estaba yo sentado, aguardando, aguardando –nada,
Más allá del bien y del mal, disfrutando
Ya de la luz, ya de las sombras, siendo totalmente solo juego,
Totalmente mar, totalmente mediodía, totalmente tiempo sin meta.
Entonces, de repente, ¡amiga!, el que era uno se convirtió en dos-
Y Zaratustra pasó a mi lado”.
La historia que cuenta Andrés Sánchez Pascual y su análisis de la “triple génesis”, muestra, de manera palpable, el impacto emocional que la relación con Lou Andreas-Salomé tuvo en Nietzsche, pero no lo asocia con la génesis de Zaratustra.
Sin embargo y, si a su historia y a su análisis se le adicionan, en los puntos correspondientes, los escritos y testimonios, tanto del propio Nietzsche como los de Lou y las otras personas cercanas a esa relación y a esos eventos, como más adelante lo haré, es fácil deducir las circunstancias y la íntima conexión entre ese enamoramiento, la leyenda del “El secreto de Monte Sacro” y la génesis de Zaratustra.
Reconozco que, por tratarse de unos eventos, aparentemente frívolos e insignificantes, la pudorosa e hipócrita seriedad de biógrafos, críticos y académicos, tan laxa en el amarillista análisis de otros aspectos de la vida de Nietzsche, ha preferido ignorarlos, rechazarlos y, hasta, tergiversarlos, en lugar de reconocerles el significado e importancia que realmente tienen como factor detonante de la escritura de Así habló Zaratustra.
EL ENCUENTRO Y EL OLVIDO
La versión, más amplia y detallada de los eventos que rodean "El secreto de Monte Sacro", la ofrece el esposo de Lou, H. F. Peters, en la biografía titulada: Mi hermana, mi esposa, la vida de Lou Andreas-Salomé (6):
El episodio se inicia luego de la propuesta que Nietzsche les hace a Paul Rée, Lou y a la madre de esta, para realizar una excursión a Orta y la que ellos no tenían prevista en su itinerario:
“Lou se mostró de acuerdo con la idea de la excursión, por lo que, a primeros días de mayo, los cuatro se encontraban en el pueblecito de Orta, situado en una pequeña península de la orilla oriental del lago, frente a la isla de San Guiulio. Inmediatamente a su espalda se alza una colina de unos cien metros de altura, cubierta de bosques, consagrada a san Francisco y que lleva el nombre de Monte Sacro, debido a las numerosas capillas votivas que hay en sus laderas. Vetustos edificios, iglesias y monasterios animan el paisaje, y pequeñas aldeas se arraciman en las rocosas orillas del lago”.
Es, hacia esa isla y la célebre basílica del lugar, a donde se dirigen los cuatro excursionistas. Y, continúa H. F. Peters:
“El piadoso encanto de San Guiulio no desconcertó a Lou Andreas-Salomé. Ella era una buena creyente; para ella, todo aquello no era más que la prueba de la omnipotente presencia de Dios. Rée, por el contrario, que ni creía ni quería creer, se sentía irritado por aquel ambiente de devoción que parecía inmune a su burlona ironía. Sólo tenía un deseo: abandonar Orta lo antes posible; pero no consiguió realizarlo, pues Lou y Nietzsche estaban plenamente cautivados por la magia del lugar. Ambos iban en busca de una nueva fe –y éste es el secreto de su afinidad-, una fe que les confirmara la grandeza de la vida y el deleite que proporciona a los sentidos. ¿Era ésta la respuesta a su pregunta: la conjunción de la belleza y la santidad? ¿Era la vida divina, en tanto que fenómeno estético? Al volver a Orta, Nietzsche y Lou decidieron continuar la peregrinación y visitar las capillas de Monte Sacro. La madre de Lou y Paul Rée pretextaron cansancio y dijeron que los esperarían en la orilla. Entonces, se le ofreció a Nietzsche la gran oportunidad: por primera vez, estaba a solas con Lou”.
“Nadie sabe lo que ocurrió durante aquel paseo, ya que no hubo testigos. Que ocurrió algo, es indudable, a juzgar por los errores y extravíos subsiguientes. Dice Lou en sus Memorias, que en Monte Sacro debió cautivarla, “por lo menos, a causa de un inesperado enfado de mi madre, tuve que advertir que Nietzsche y yo estuvimos demasiado tiempo en Monte Sacro, lo cual también observó de muy mal talante Paul Rée, que estaba haciéndole compañía”.
"El tiempo que permanecieron Lou y Nietzsche en Monte Sacro, debió ser mucho más del prudente, y dice Peters: “Hasta ahora, se ha supuesto que se quedaron para ver la puesta del sol sobre Santa Rosa. Pero desde Monte Sacro no se divisa Santa Rosa; la razón debe ser otra. Es posible que el ambiente y el hallarse a solas por primera vez acentuara su íntima afinidad y, enfrascados en su conversación, no se dieron cuenta de que pasaba el tiempo. Pero si fue éste de verdad el único motivo de su retraso, por qué dijo Lou a Ernst Pfeiffer, el amigo a quien trató en los últimos años de su vida: “¿Si besé a Nietzsche en Monte Sacro? Ya no lo sé”.
“¿Y a qué se refería Nietzsche al decir, aludiendo a aquel paseo: “El sueño más maravilloso de mi vida, lo debo a usted?”
“Y, por fin, ¿por qué escribió Rée, meses después, en una carta a Lou?: “A propósito, sigo estando algo celoso, y se comprende. ¿Qué actitud, qué entonación, qué visión asocias al nombre de Monte Sacro? ¿Por qué estimó necesario otorgarle una grandiosa absolución general?”. ¿Qué había, pues, hecho Lou?”.
Hasta aquí la cita de H. F. Peters. Lo demás es historia.
LA TRAGICOMEDIA AMOROSA
La mayoría de los biógrafos y críticos de Nietzsche y de su obra, consideran lo sucedido en Monte Sacro, entre él filósofo enamorado y Lou Andreas-Salomé, como un evento insignificante, frívolo y sin mayor trascendencia.
O, bien, porque consideran que Lou era sólo una atractiva muchacha que quería obtener notoriedad en el ambiente intelectual europeo de la época relacionándose con un personaje de especial talla y relevancia. Esos críticos consideran de similar forma a las posteriores relaciones de Lou Andreas-Salomé con Sigmund Freud y Rainer María Rilke.
O, bien, porque consideran que, aquel enamoramiento y fracaso amoroso, poco o nada significa ni aporta en la vida, en la mitología, en las ideas, en el pensamiento y en las obras, de lo que siguió para Nietzsche, por supuesto, incluido Zaratustra.
O, bien y lo que es peor, por ambas cosas.
Pero, las cosas no son tan sencillas como parecen, pues Lou Andreas-Salomé no fue la frívola y arribista muchacha linda que seducía hombres notorios. Por el contrario, fue una importante mujer que con propios méritos y obras, se ganó un puesto en la historia, como lo demostraré más adelante.
En ese verano de sus veintiún años, Lou Andreas-Salomé era un encantadora joven, de inteligencia brillante y amante de todo lo que significara conocimiento.
Nacida en San Petersburgo el 12 de febrero de 1861, hija del general ruso-germano, Gustav von Salomé, quien se había ganado en su carrera la consideración y cercanía a la casa de los Romanov de Rusia y de Louise von Salomé, nacida en Rusia pero descendiente de una importante familia germana.
Su vida gozó de todos los privilegios y reconocimientos, además de una gran libertad, la misma que ella quería aprovechar para desarrollar su vida intelectual, viajando por Europa, aprendiendo y relacionándose con los más importantes personajes de la época.
Esa fue la razón de aquel viaje desde Italia y hacia Alemania, en el que, además de estar acompañada por su madre, iba con el filósofo alemán Paul Rée, con quien sostenía una muy especial relación de amistad íntima y tutoría filosófica y quien, a su vez, era amigo de Nietzsche desde tiempo atrás.
Fue precisamente Paul Rée quien los presentó en Roma y quien invitó a Nietzsche a unírseles en Milán, tal como ocurrió, pero que, en lugar de continuar hacia Suiza, como estaba planeado, Nietzsche propuso realizar la excursión al Lago de Orta, hermosa región del norte italiano.
Toda esta historia y demás anécdotas se encuentran registradas en el libro Documentos de un encuentro (7), en el que se reproducen las correspondencias, escritos, notas y testimonios de antes y después del encuentro de Monte Sacro, tanto de los tres protagonistas, como de otras personas relacionadas con ellos.
LA CONCEPCIÓN DE ZARATUSTRA
Pero, aparte de esa historia y de las anécdotas y chismes de aquel, ni tan fortuito ni tan frívolo ni tan insignificante encuentro entre la hermosa Lou Andreas-Salomé y el ya célebre e importante filósofo, Friedrich Nietzsche, en aquellos Documentos de un encuentro se puede seguir paso a paso el enamoramiento de Nietzsche, de cuyo desarrollo y fracaso amoroso, emerge la materia que Nietzsche venía acumulando y de la que, en el choque de las fuerzas y energías del gozo y del dolor emocional y vital, saltará la chispa de vida que concebiría al Zaratustra que inicia, propiamente, su gestación en "El secreto de Monte Sacro".
Es esa gestación de Zaratustra, con sus primeras alegrías y los posteriores tormentos, la que puede seguirse en las cartas que intercambian y las notas que escribirán, desde ese momento y hasta su culminación, el alumbramiento, entre el 1 y 10 de febrero de 1883, días en los cuales Nietzsche comienza y termina de escribir la primera parte de Así habló Zaratustra.
Por esa correspondencia puede comprenderse cómo Nietzsche, preñado de Zaratustra, va nutriendo la criatura con los elementos que le aportan y producen el intercambio de ideas y de las sutilezas de su seducción con Lou Andreas-Salomé.
Al principio, con el gozo del enamorado gestante y hacia el final, con las penas del amor perdido de un enamorado que gesta, con pasión y dolor, un misterio, al que, la saturación creadora y el dolor emocional, provocarán la eclosión final: la gran criatura: Así habló Zaratustra.
Es así como la vida de Nietzsche, después de “El secreto de Monte Sacro”, se puede dividir en dos períodos que concluyen al finalizar la escritura de Así habló Zaratustra, el 10 de febrero de 1883.
El primer período se inicia luego del rechazo a sus pretensiones eróticas en el ascenso a Monte Sacro y el cual concluye, con un previo intermedio de feliz entendimiento, a finales de noviembre y comienzos de diciembre de 1882, cuando Lou rechaza, definitivamente, las pretensiones amorosas que Nietzsche mantenía acuciantes y ocultas detrás de su amistad y de su proyecto de convertirse en maestro, guía y esposo de Lou, a quien, además, pretendía convertir en heredera de sus grandes ideas.
Concluido el primer período y, desde ese momento, iniciación del segundo período, la existencia de Nietzsche se convirtió en un infierno íntimo, pues el rechazo de Lou Andreas-Salomé lo sumió en profunda depresión, cuya bipolaridad bien queda reflejada en la correspondencia que intercambiaron y los pocos encuentros que sostuvieron, hasta que se presenta la saturación que llevó a Nietzsche a la desesperación y a la sobrecarga emocional y creativa que, finalmente, explota el 1 febrero de 1883, al empezar la escritura de Así habló Zaratustra y que se desvanece totalmente el 22 de febrero, cuando declara, en tres frases extrañas y herméticas, antecedidas de una mención a Wagner, el final de la escritura.
Carta de Nietzsche a Franz Overbeck, en Basilea. Rapallo, 22 de febrero de 1883:
"Wagner era con mucho el hombre más completo que he conocido…
[...]
Lou es con mucho la persona más lista, que conocí. Pero etc. etc...
Mi "Zaratustra" ya debe estar en la imprenta.
He escrito a Cósima tan pronto como me ha sido posible" (D, p. 211) (8).
La conexión de estas tres frases y la mención a Wagner podría interpretarse como un reconocimiento oculto a lo que Nietzsche tomó de las sustancias de Lou, Cósima y de su amor-odio por Wagner, para concebir, engendrar y parir a Zaratustra. Y, de manera mucho más oculta, pero evidente por su ausencia, la presencia de Elizabeth que impregna, ella también, todo el poema.
Segunda parte:
La historia de la gestación de Zaratustra
Toda gestación es un suceso deslumbrante y maravilloso y un período durante el cual, el gestante, pasa, arbitrariamente, de la agonía al éxtasis y viceversa, debido a los violentos choques anímicos y fisiológicos que ocurren en las profundidades de su Ser y de su cuerpo.
Igual que las agonías y los éxtasis del cuerpo y el ánimo de la gestación biológica, son las agonías y éxtasis de la gestación espiritual, un espíritu que emana de la vida natural (9), engendra y gesta una obra maestra de la humanidad: Así habló Zaratustra.
Esa gestación tiene una historia de agonías y éxtasis. Esa es la historia que ahora se va a contar.
PRIMER PERÍODO: LO HEROICO
Lou aceptó, entusiasmada, mantener una amistosa relación de discípula con Nietzsche a pesar del infortunado suceso de Monte Sacro, porque admiraba profundamente la obra de Nietzsche y deseaba formar parte del grupo selecto y privilegiado de sus discípulos, en el cual se proponía estimular su propio desarrollo intelectual y participar en la creación de las ideas del maestro.
Este es el proyecto que Lou le propone a Nietzsche y que ambos emprenden, como una dichosa y cordial amistad, en sustitución de la pretensión amorosa de él. Pero, esa relación sólo se mantiene hasta los primeros días de diciembre de 1882, fecha para la cual ellos habían planeado la iniciación de su escuela-secta, filosófico-religiosa.
Sin embargo, si se le mira desde el ángulo de la imaginación asociativa o el "racionamiento por abducción", descubierto por Charles S. Peirce en 1879, se podrá ver que lo que en ese período estaba sucediendo era un hecho extraordinario: iniciado al calor de ese verano de 1882 y de los sucesos de Monte Sacro, la gestación de Zaratustra y el futuro de su misión.
¿Coincidencia o causalidad? En las cartas que Lou y Nietzsche intercambian de junio a agosto de 1882, pareciera que ya se está insinuado (¿gestando?) Zaratustra, tal y como puede observarse con la aparición de los motivos que se forman y se desarrollan desde los primeros versos del poema:
"[...] una mañana, levantándose con la aurora (*) (subrayo la palabra, lo cual explico más adelante), se colocó delante del sol y le habló así:
"¡Tu gran astro! ¡Qué sería de tu felicidad si no tuvieras a aquellos a quienes iluminas!
Durante diez años has venido subiendo hasta mi caverna: sin mí, mi águila (**) (ver más adelante) y mi serpiente te habrías hartado de tu luz y de este camino.
Pero nosotros te aguardábamos, cada mañana, te liberábamos de tu sobreabundancia y te bendecíamos por ello.
¡Mira! Estoy hastiado de mi sabiduría como la abeja que ha recogido demasiada miel, tengo necesidad de manos que se extiendan.
Me gustaría regalar y repartir hasta que los sabios entre los hombres hayan vuelto a regocijarse con su locura, y los pobres, con su riqueza" (Z, pp. 33, 34) (10).
El motivo de la aurora (*) aparece, por primera vez, en la carta que Lou le envía a Nietzsche desde Hamburg, el 4 de junio de 1882. Hacia el final y entre puntos seguidos, ella le escribe:
"La aurora (*), es mi única amiga" (D, p. 91).
La conexión se establece plenamente en el comentario que Nietzsche le hace a Lou en su carta de respuesta desde Naumburg, el 7 de junio de 1882:
"¡También yo estoy ahora rodeado de auroras (*), pero no están impresas! Lo que ya no creía posible: encontrar un amigo para compartir mis últimas alegrías y tristezas parece serlo -como la dorada posibilidad en el horizonte de mi vida futura-. Me conmueve pensar en el alma valiente e intuitiva de mi querida Lou" (D, p. 94).
(*) Aurora: Para un filólogo como Nietzsche, cada palabra, como una moneda preciosa, adquiere valor y conexión sustanciales con la totalidad del sistema del que proviene y al que se dirige. Pareciera que la palabra "aurora", es una referencia directa, una anunciación de lo que se ha iniciado y lo que está por venir.
Además, llama la atención el que Giordano Bruno utilice la misma palabra, aurora, para interpretar y dar sentido a "la luz de Nicolás Copérnico" (11), pues este ha sido:
"[...] dispuesto por los dioses como una aurora que debía preceder la salida de este sol de la antigua y verdadera filosofía, durante tantos siglos sepultada en las tenebrosas cavernas de la ciega, maligna, proterva y envidiosa ignorancia" (12).
Iguales consideraciones son válidas para las demás conexiones que pueden establecerse entre los motivos de los versos citados del poema y los que Nietzsche escribió en su carta, ocho meses antes de iniciar la escritura de Así habló Zaratustra. Los mismos que se irán profundizando y complementando en las cartas siguientes, en las que, además, se puede seguir el cambio de tono, de la exaltación amorosa del primer momento, al de la desesperación y la ira por la posterior tragedia amorosa.
Eran, aquellas, las primeras alegrías de lo que parecía sería una gestación feliz. Sin embargo, esta gestación será heroica y devendrá en tragedia. El Nietzsche de aquellos primeros días aún goza los éxtasis del enamoramiento por la dichosa gestación de la criatura.
¿Estaba ya anunciándose, tanto el advenimiento de Zaratustra como la razón de su misión?, Así puede pensarse por lo que le dice Nietzsche a Lou en carta desde Tautenburg, 26 de junio de 1882:
"Estoy buscando personas que puedan ser mis herederos, tengo muchas cosas que decir que no están en mis libros, y busco para tal fin, el más hermoso campo y también el más fértil" (D, p. 105).
Y, en la siguiente, también de Tautenburg, probablemente al día siguiente de la anterior, el 27 de junio que describe la transformación que, Nietzsche-Zaratustra, esta sufriendo, luego de un largo y penitente período:
"Fui formalmente derribado por el hecho de convertirme en un "hombre nuevo" -como consecuencia de una soledad demasiado rigurosa y de una completa renuncia al amor y a la amistad" (D, p. 106).
Y, el 2 de julio:
"No quiero estar más solo, y quiero convertirme de nuevo en un ser humano. ¡Ah!, todavía tengo que aprenderlo casi todo en ese dominio" (D, p. 107).
Del esplendor del enamoramiento de Nietzsche empezaba a emerger el destino de Zaratustra, así como el de su sustancia primigenia: su naturaleza, a la vez, heroica y trágica. Y, a esa gestación, ambos aportarían por igual: Lou, los elementos heroicos, Nietzsche, los trágicos.
Eran todavía días felices, de los que volveré a tratar en el próximo capítulo. Los de la gestación de lo heroico en Zaratustra. Tal se deduce del borrador de la carta que Nietzsche escribe, a mediados de julio/1882, para Malwida von Meysenbug, amiga de Lou:
"Mi vida apunta ahora a una meta más elevada y no haré sino dedicarme a ésta. ¡Nadie podrá adivinar! y (yo) mismo no puedo revelar el secreto, pero quiero confesarle, precisamente a usted, mejor que a nadie, que exige una manera de pensar heroica (en absoluto religiosa y resignada)" (D, p. 108).
Luego, un paso más. El “águila” (**), ya citada del poema, hacía su primera y ambigua aparición, tal la carta de Nietzsche a Lou desde Tautenburg, el 4 de agosto:
"Pero entonces el querido pájaro Lou voló sobre mi camino, y creí que era un águila (**) y quise que el águila (**) permaneciera conmigo" (D, p. 120).
Y, un último aporte de Lou para completar la naturaleza de Zaratustra y dar paso a la gestación de su naturaleza heroica.
Por aquel entonces, Nietzsche estaba leyendo y revisando los escritos en los que Lou desarrollaba algunas de las ideas que sobre la religión había discutido con él.
Es, precisamente, en las anotaciones del viernes 18 de agosto de 1882, en donde ella, la madre esencial, define, finalmente, la identidad genética y heroica de Zaratustra:
"Hay en el carácter de Nietzsche un rasgo heroico que le es esencial y confiere a sus cualidades e inclinaciones un carácter y una unidad coherentes. Aún le veremos como el mensajero de una nueva religión cuyos discípulos serán héroes" (D, p. 126).
Zaratustra ya es el Zaratustra heroico que Nietzsche ha concebido y engendrado para que Lou lo geste, tal y como puede deducirse, amplia y profundamente, de la totalidad de aquellas notas del 18 y 21 de agosto (D, pp. 126 a 130), a las que complementa con el documento denominado Libro de Stibbe (D, pp. 130 a 149).
SEGUNDO PERÍODO: LO TRÁGICO
Nietzsche acusa el golpe y, aunque tardará algún tiempo en reaccionar, ya siente que las tinieblas de su mente comienzan a disiparse para que se inicie la gestación de la naturaleza trágica de Zaratustra, la que a él le corresponde y cuya definición e identidad ya se anuncia al comienzo del final de los días felices.
Véase lo que le escribe desde Tautenburg, agosto de 1882, en unas notas en las que comenta los escritos de Lou:
"Las personas que aspiran a la grandeza son generalmente malas: es la única manera de soportarlas" (D, p. 150).
A un padre trágico se opone una madre heroica y, entre ambos, engendrarán un dios. Zaratustra es hijo de hombre y mujer transformados en mito y un mito él mismo, un mito de mitos.
Esta es la mujer y este el mito y esta la cópula que Nietzsche define para Lou en las notas que él escribe sobre los escritos de Lou desde Tautenburg, de agosto de 1882:
"La mujer más débil transformará a todo hombre en un dios, y de la misma manera obrará con las costumbres o la religión: por un proceso de sacralización las verá como algo intocable, definitivo y adorable. Es evidente que el sexo débil es más importante que el sexo fuerte en el origen de las religiones. Así serán las mujeres si se las deja solas, desde su debilidad no cesarían de crear "hombres", o también "dioses". Y como puede suponerse, ambos parecerían: ¡monstruos de fuerza!" (D, p. 152).
Para, inmediatamente, agregar los trece puntos sobre la naturaleza femenina, titulados: De la mujer, que abren y complementan la reflexión sobre el "sexo débil", de la nota anterior (D, p. 153).
He ahí lo trágico de la naturaleza y de la misión de Zaratustra: Ser gestado, en parte, por mujer. Por esa mujer a cuya exaltación y humillación estará dirigida su misión.
Será por mediación de esa exaltación y humillación que, el frustrado y dolorido enamorado, vengará el rechazo de la amada perdida, se sanará de sus heridas y dará a luz a Zaratustra.
Sólo que Nietzsche no lo sabía. Y es que, después que el enamoramiento cumple su función transformadora, adviene el olvido que no es olvido y el renacimiento que es transmutación (Ver nota 3).
Sin embargo, Nietzsche sí intuía, con su genial visión profética, que aquel poema era la profecía de su transmutación, la que lo convertirá en otro que es él mismo, en el que se fundirá y sublimará -que lo devorará-, el Zaratustra / Nietzsche que continuará siendo hasta más allá del colapso total de su mente, pero nunca al colapso de sus exacerbadas y extremas emociones, el Fuego y el Silencio.
Transmutación y visión profética que se confirman en el autorretrato de Zaratustra en el poema:
"Pues eso soy yo de raíz y desde el comienzo, tirando, atrayendo, levantando, elevando, alguien que tira, que cría y corrige, que no en vano se dijo a sí mismo en otro tiempo: ¡Llega a ser el que eres!" (Z, IV, 1).
Confirmación que será, aún más concreta y autobiográfica, como se lo anuncia a su amigo Franz Overbeck, en la carta que volveré a citar más adelante:
"El libro del que te hablé [...] Contiene un retrato extraordinariamente preciso de lo que será mi ser tan pronto como se haya liberado de toda su carga" (D, pp. 208-209).
Una vez culminada la gestación materna y hasta el 22 de febrero de 1883, se consumará, lenta y dolorosamente, el final de la gestación y el doloroso parto paterno de Zaratustra.
Pero, antes de esa culminación, las circunstancias que la preceden, tendrán que cumplirse.
Ante el persistente acoso de Nietzsche, Lou comienza a distanciarlo y a distanciarse, lo cual provoca los conflictos que los enfurecerán a ambos y las consecuentes reacciones de amor-odio que se desatan en todo rompimiento amoroso.
Para comienzos de diciembre y en el borrador de una carta de Nietzsche a Lou, él se queja, pero todavía Zaratustra no está listo:
"Decidí en Orta darle a conocer a usted, la primera, toda mi filosofía. ¡Ah! no tiene idea de que decisión fue aquella: creía que no se podía hacer mayor: creía que no se podía hacer mayor regalo a alguien" (D, p. 185).
"[...] Estuve inclinado a considerarla como la visión y aparición de un ideal sobre la tierra. ¿Lo notó? veo muy mal" (D, p. 186).
Sólo, un poco más adelante, Nietzsche, todavía quejándose, contradictoriamente niega y, al mismo tiempo, reconoce la participación materna de Lou y de que ella ya había concluido su misión gestadora.
Así como, al fin, reconoce que, de ese momento en adelante, la criatura final de Zaratustra era responsabilidad paterna:
"¡Extraño! Pensé que me había sido enviado un ángel cuando volví de nuevo hacia los hombres y la vida. Un ángel que debía mitigar algunas cargas que el dolor y la soledad habían vuelto demasiado pesadas, y ante todo un ángel de valentía y esperanza para cuanto me espera ahora. Pero no era un ángel.
No pienso tener que ver nada más con ella. Fue un derroche totalmente inútil de amor, de corazón. Y a decir verdad; soy lo bastante rico para hacerlo" (D, p. 192).
Y, ¡NACIÓ ZARATUSTRA!
Desde la noche de San Silvestre, 31 de diciembre de 1882, se hace el silencio epistolar de Nietzsche para con Lou. ¿Así lo demandaba Zaratustra?
Hasta que, el 11 de febrero de 1883, anuncia el feliz alumbramiento, cuando su amigo Franz Overbeck, en Basilea, recibe la carta de un gozoso Nietzsche que le anuncia, desde Rapallo, la misión y características de Así habló Zaratustra:
"El libro del que te hablé, cosa de 10 días, se me aparece ahora como mi testamento. Contiene un retrato extraordinariamente preciso de lo que será mí ser tan pronto como se haya liberado de toda su carga. Es un poema y no una colección de aforismos" (D, pp. 208-209).
Y, finalmente, el 22 de febrero de 1883, también a Overbeck, le escribe el anuncio, ya citado atrás, con los extraños y misteriosos reconocimientos a Wagner, Cósima y Lou:
"Mi "Zaratustra" ya debe estar en la imprenta" (D, p. 211).
Y, a partir de entonces, Nietzsche, Lou y Zaratustra, continuarán con sus propias vidas y destinos.
FINALES TRÁGICOS
La vida de Friedrich Nietzsche continúo siendo un férico y ardiente tormento y él escribirá algunas de las obras filosóficas y literarias más inquietantes de la historia, para finalizar, trágicamente, en enero de 1889, cuando su mente colapsa, abrazado “al cuello del caballo” de Dostoievski, y es internado en un asilo hasta su muerte, el 25 de agosto de 1900.
Es ese el trágico período en el que Nietzsche se fundirá, sublimará y será devorado por el fuego de Zaratustra.
Por su parte, Lou Andreas-Salomé, dirigió su vida hacia otros horizontes y otros hombres que la fascinaron por su personalidad y obra. Entre ellos, Sigmund Freud, de quien recibió entrenamiento en psicoanálisis y a quien, discretamente, rechazó en sus pretensiones eróticas.
De su relación con el psicoanálisis, Lou Andreas Salomé escribió originales ensayos que perturbaron al mismo Freud, ya que en ellos abordaba un asunto que, todavía hoy, continúa siendo tratado con oscuridad y temor: el goce femenino (13).
Más importante aún, fue su relación amorosa con el poeta alemán Rainer María Rilke, a quien se negó a psicoanalizar para no destruir su potencia poética. De este romance queda una historia que bien vale la pena conocer (14).
Lou Andreas-Salomé vivió sus últimos años en Göttingen y vio como Alemania era consumida en el terror nazi, régimen del que se convirtió en incomoda huésped por su personalidad e ideas, pues su reputación internacional y porque su origen ruso, no les permitía, a los nazis, poner sus manos sobre ella.
Lou Andreas-Salomé murió el 5 de febrero de 1937. Su vida es toda es una leyenda, incluida la de “El secreto de Monte Sacro” y su hermética maternidad de Así habló Zaratustra.
NOTAS
(1) Alexander Nehamas, Nietzsche, la vida como literatura, Turner/Fondo de Cultura Económica, México, 2002 (301 p.), p. 203
(2) Alexander Nehamas, Nietzsche, la vida como literatura..., p. 23
(3) Hipótesis descabelladas sobre la naturaleza del enamoramiento, las he propuesto en mi libro sin publicar: Beso Rico-EROS ALQUÍMICO, capítulos de la segunda parte: El enamoramiento: El fuego del renacer.
(4) Marcel Reich-Ranicki, Siete precursores. Escritores del siglo XX, Thomas Mann, etc., Galaxia Guttenberg/Círculo de Lectores, Barcelona, 2003, p. 102.
(5) Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra, Introducción, traducción y notas de Andrés Sánchez Pascual, Biblioteca Nietzsche, Alianza Editorial, Madrid, 1998, pp. 10 a 15.
Las citas de Ecce homo, de la introducción de Andrés Sánchez Pascual, fueron tomadas por él de: Friedrich Nietzsche, Ecce homo, Introducción, traducción y notas de Andrés Sánchez Pascual (El Libro de Bolsillo, Alianza Editorial, número 346, Madrid, 1971). (6) H. F. Peters, Mi esposa, mi hermana, la vida de Lou Andreas-Salomé, Plaza & Janés Editores, 1980 (345 p.), pp. 94, 95, 96.
(7) Friedrich Nietzsche, Lou Andreas-Salomé, Paul Rée, Documentos de un encuentro, Laertes de Ediciones, Barcelona, 1982 (332 p.), pp. 76 y ss.
(8) Todas las citas a la correspondencia y notas de Nietzsche y Lou Andreas-Salomé, han sido tomadas de: Friedrich Nietzsche, Lou Andreas-Salomé, Paul Rée, Documentos de un encuentro, y se identifican con (D y número de página) en el texto.
(9) George Santayana, Platonismo y vida espiritual, Trotta, Madrid, 2006 (83 p.), p. 57.
(10) Las citas de Así habló Zaratustra, han sido tomadas de: Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra, Alianza Editorial, Madrid, 1998.
(11) Giordano Bruno, De inmenso, III, 9, p. 381, Opera latina.
(12) Giordano Bruno, La cena de las cenizas, Diálogo primero, Alianza, Madrid, 1987, p. 67.
(13) Lou Andreas-Salomé, El narcisismo como doble dirección. Obras psicoanalíticas, Tusquets, Barcelona. 1982 (183 p.), publicado en: Lou Andreas-Salomé, El erotismo, José J. Olañeta, Editor, Palma de Mallorca, 1983 (136 p.)
(14) Rainer María Rilke, Lou Andreas-Salomé. Correspondencia, José J. Olañeta, Editor, Barcelona, 1981 (62 p.)
BIBLIOGRAFÍA
- Lou Andreas-Salomé, Nietzsche, Grupo Cultural Zero, Madrid, 1986.
- Curt Paul Janz, Biografía de Friedrich Nietzsche (cuatro tomos), Alianza Editorial, Madrid, 1981
- Rüdiger Safranski, Nietzsche, biografía de su pensamiento, Tusquets Editores, Barcelona, 2001.
"Zaratustra, mi hijo"
Capítulo 2
El enamoramiento perpetuo
de Friedrich Nietzsche
- Las claves: Eros, sexualidad y sensualidad
- Zaratustra, Dionisios, Ariadna.
La concepción erótica y sexual que Friedrich Nietzsche tenía de sí mismo, de los hombres y de las mujeres, salvo porque era rígida y extrema, poco más difiere del modelo idealista y romántico de su época perpetuado por la moral cristiana.
Para él, el sexo y la lujuria, eran asuntos de burdeles y prostitutas; denigrantes y degradantes formas de satisfacer las obligantes necesidades biológicas. La sexualidad era asunto para la reproducción institucionalizada, sobre la que expresó paradójicas posturas.
El Eros nietzscheano tiene más conexiones con el mito platónico y, en las relaciones que establecía con los hombres y las mujeres que admiraba, se expresaba por el deseo de integrar con ellos utópicas comunidades de amistad pasional en las cuales convivir, al mismo tiempo que crear un sistema existencial compartido, pero, la mayor parte de las veces, sus deseos eran los de imponer su propia visión.
Otra muy distinta y revolucionaria, con relación a esa moral cristiana, fue su concepción de la sensualidad: un combate vital por el disfrute de sí mismo, del que hablé en el LECTOR LUDI-56 (1).
En varias ocasiones quiso, sin lograrlo, fundar comunidades de alumnos a imagen y semejanza del Jardín de Epicuro, regidas por su por su propia interpretación del modelo erótico, sensual o hedonista y sexual epicúreo, en coincidencia con su deseo de compartir con ellos tanto los logros de su pensamiento como de convertirlos en divulgadores de su obra.
Uno de esos jardines epicúreos fue el que Nietzsche le ofreció a Lou Andreas Salomé en el segundo semestre de 1882 como parte de sus propuestas de matrimonio, las que ella rechazó y que ella, para evitar el rompimiento violento de la amistad, le propuso realizar, a cambio, como la formación de una comunidad filosófica en la que participarían, Nietzsche como "Maestro", ella y sólo algunos otros, selectos y privilegiados como alumnos.
Ese proyecto comunitario alternativo fracasó dadas las aspiraciones discrepantes de ambos. Sin embargo, en el breve lapso de los seis meses del segundo semestre de 1882 y enero de 1883, generó las condiciones favorables para la gestación y nacimiento del Zaratustra que Nietzsche había concebido un año antes en Sils María y frente a "la roca de Surlei" (2) y que, al parecer, requería de una madre de una naturaleza tal como la de Lou (3).
Cuando propuse mi hipótesis descabellada sobre la maternidad inmanente que Lou Andreas Salomé significó para Zaratustra, lo hice a partir de las abducciones obtenidas de la lectura de la correspondencia de aquella época entre Friedrich Nietzsche, Lou Andreas Salomé, Paul Rée y otros (4). De la parte dedicada a la relación con Nietzsche de la biografía de Lou Andreas Salomé, de H. F. Peters (5) y de Así habló Zaratustra, de Friedrich Nietzsche, introducción y traducción de Andrés Sánchez Pascual (6).
Me extrañó, eso sí, el hecho de que los biógrafos y estudiosos de la vida y la obra de Nietzsche consideraran insignificante esta situación y los eventos que la rodearon, cuando no era que los descalificaban despectivamente como la aventura de una joven y hermosa aristócrata rusa en busca de fama y notoriedad que coleccionaba hombres famosos.
En ese momento también desconfié de la información autobiográfica suministrada por el mismo Nietzsche, específicamente, en Ecce Homo, su obra autobiográfica y explicativa de su pensamiento, escrita en los últimos meses de su lucidez, así que no la tuve en cuenta para sustentar mi hipótesis descabellada.
Estaba equivocado. Era necesario volver a aprender a leer esa y las demás obras de Nietzsche, si se quería desentrañar o, mejor, descifrar y desvelar los misterios y enigmas que se escondían tras el extraordinario estilo de su escritura y los aparentemente complejos procesos de su mente. Complejos sí, si se les estudia con los pedantes modelos académicos de los historiadores de la filosofía y de los profesionales de los estudios críticos, los exegetas prejuzgantes y los biógrafos utilitaristas.
La luz de esa verdad se hizo patente en el momento en que descubrí que era necesario considerar, en primer lugar, la mitomanía y la necesidad enfermiza de mentir que Nietzsche compartía de manera entrañable con su hermana Elizabeth.
Y, en segundo lugar, quizás conectado con lo anterior, la profundidad y originalidad creativa que alcanza Nietzsche al crear una propia mitología a partir de las experiencias de su propia vida, mezcladas, fusionadas y sintetizadas, con los elementos obtenidos de todos sus estudios y lecturas, hasta crear, así sea con los mismos nombres y situaciones, figuras, personajes y motivos mitológicos, propios e intercambiables, pero herméticos.
Era necesario entonces encontrar las claves encriptadas en los mismos escritos de Nietzsche, tal y como él mismo lo sugiere muchas veces y como lo haré más adelante, después de transcribir una amplia cita de la biografía de Nietzsche que escribió la inglesa Lesley Chamberlain (7), en la que, con un propósito parecido al mío, expone algunas de las claves de la mitología nietzscheana relacionadas con las dos versiones de Dionisios que Nietzsche utilizaba como representaciones o máscaras, entre otras cosas, de la "alegría de vivir", las transfiguración, la sensualidad, Eros o la sexualidad y la reproducción o fecundidad (el primer Dionisios, es el clásico y el segundo, es Dionisios Zagreo).
Dice Lesley Chamberlain:
"Ciertamente [Nietzsche], concebía este libro [Así habló Zaratustra] en conjunción con Ecce Homo, cuando le dijo a Deussen que Ecce Homo iluminaría Así habló Zaratustra dando un paso más adelante: "Este libro se refiere solamente a mí; en él por fin yo aparezco con mi misión histórica universal" (carta desde Turín, el 26 de noviembre de 1888). El "yo" que aparece aquí establece claramente la diferencia: Nietzsche asume él mismo los rasgos de Zaratustra, así ese Dionisios (el primero) se metamorfosea en piedra, en agua y en cielo y está enamorado de la eternidad. Nietzsche se pintaría así mismo en el paisaje".
[...]
"La concepción de Dionisios Zagreo (el segundo) por obra de Zeus y Perséfona puede compararse particularmente con una de las más oscuras y más feroces imágenes de Así habló Zaratustra; al comenzar el libro III, una serpiente se desliza dentro de la boca de un pastor dormido. Zaratustra encuentra al atormentado pastor y le pide que arranque con los dientes la cabeza de la serpiente; cuando el pastor así lo hace queda transfigurado en una figura sobrehumana cuya risa excita en Zaratustra el anhelo de la eternidad. La sonrisa y la risa son instrumentos dionisiacos. Así el pastor aparece transformado por Dionisios en un penoso, pero extraordinariamente fértil, acto de unión. El pastor se hace "übermenschlich" y dionisiaco. Nietzsche llama a este capítulo Visión y enigma. La transformación del pastor explica "la visión". En cuanto al "enigma", evidentemente tiene algo que ver con el marco que suministra Nietzsche a su historia, que refleja la muerte de su propio padre. Zaratustra encuentra a un hombre tendido en el suelo y en mortal peligro y a un perro que ladra. ¿Se trataba del propio Nietzsche nacido, como Dionisios, de esa visión de agonizar que es al mismo tiempo una imagen de copulación? Zaratustra es reacio a la sexualidad y su gran interés en la "fecundidad" es irremisiblemente frío y cósmico. Zaratustra habla enfáticamente de quienes fecundo en Los siete sellos, la sección que termina el libro III. El placer de la reproducción impulsa a Zaratustra a ser fecundo con el resplandeciente futuro. Este es un pasaje difícil de interpretar, pero tiene un importante contenido psicológico. Nietzsche encontró una fórmula para expresar la procreación sin un elemento femenino. En efecto, Zaratustra continúa cantando: "Nunca conocí a una mujer con la que quisiera tener hijos, salvo a ti, oh, Eternidad". En la imagen de la serpiente que penetra en el pastor, el elemento femenino está desplazado hacia el progenitor mortal. La parodia cristiana es aquí evidente. Dios entra en la boca del amoroso pastor y engendra un hijo. El "enigma" es el propio renacimiento de Nietzsche como Dionisios Zagreo".
Un poco más adelante, Lesley Chamberlain anota, además, una de las figuras mitológicas que Nietzsche, entre otras figuras, personajes y situaciones, asociaba con Lou Andreas Salomé:
"Nietzsche se imaginaba a Lou como una serpiente, una serpiente que llegó a ser amiga de Zaratustra cuando éste resistió su mordedura" (8).
Es necesario buscar e interpretar las numerosas ocasiones en que aparece en sus escritos y la importancia que Nietzsche le da al motivo de la serpiente.
Por ejemplo y específicamente relacionado con los asuntos que trato de explicar, la serpiente y el águila, dice Zaratustra, en La canción del noctámbulo, son sus dos animales heráldicos, los cuales aparecen en las primeras líneas del prólogo de Nietzsche a Así habló Zaratustra y sobre los que anota Andrés Sánchez Pascual:
"Los dos animales heráldicos de Zaratustra [la serpiente y el águila] representan, respectivamente, su voluntad y su inteligencia. Le harán compañía en numerosas ocasiones y actuarán incluso como interlocutores suyos, sobre todo en el importantísimo capítulo de la tercera parte titulado El convaleciente" (9).
La serpiente es para Nietzsche una figura de su mitología con muchos más sentidos y usos de los que pretendo aquí desentrañar.
Lo que me interesa ahora es descifrar su conexión con Lou, a quien Nietzsche encripta como un enigma, no sólo en Así habló Zaratustra, sino también en Ecce Homo, obra en la que, se supone, están las claves para que tal enigma sea descifrando, sólo que estas claves han sido tratadas también de manera enigmática, hermética, porque Nietzsche conecta a Lou con otras figuras de su mitología, dándole un nombre propio, tal el caso de Ariadna, al igual que la conecta con información propiamente autobiográfica.
Pero también hay que establecer otras conexiones como la de "el laberinto", que establece las correspondencias entre Zaratustra, Ariadna, Teseo y junto con ellos, Bruno y Dostoievski, para no mencionar a Spinoza, quien no está tan claramente relacionado en estos puntos.
Es necesario anotar que en algunos de sus escritos de finales de 1888 y enero de 1889, cuando su mente entraba en estados alternos de lucidez y delirio, también atribuyó a Cósima Wagner la figura de Ariadna y hasta quiso desposarla como el Dionisios "renacido" que creía ser. Es el juego de su delirio en el cual, Lou y Cósima, como sus dos grandes amores pasionales, las asume, en su mente, como la visión de mujer ideal que él mismo se creó y describió.
Esto demuestra la libre o arbitraria utilización que Nietzsche hacia de su propia mitología. Pero lo que ahora me interesa en establecer las conexiones y correspondencias de Lou con Ariadna y establecer que el mismo Nietzsche reconoció y sintetizó en su mitología la importancia que para su vida y obra significó su enamoramiento por Lou.
Comienzo por Ecce Homo y en el aparte donde narra el nacimiento de Así habló Zaratustra, titulado, Un libro para todos y para nadie y en donde explica la concepción y gestación de Zaratustra. Allí Nietzsche hace una anotación incidental sobre Lou:
"Asimismo corresponde a este período intermedio aquel Himno a la vida (para coro mixto y orquesta) cuya partitura ha aparecido hace dos años en E. W Fritzsch, de Leipzig, síntoma no insignificante tal vez de la situación de ese año [Anoto por mi parte que corresponde a 1882, año de su enamoramiento por Lou], en el cual el pathos afirmativo par excellence, llamado por mí el pathos trágico, moraba dentro de mí en grado sumo. Alguna vez en el futuro se cantará ese himno en memoria mía. El texto, lo anoto expresamente, pues circula sobre esto un malentendido, no es mío: es la asombrosa inspiración de una joven rusa con quien entonces mantenía amistad, la señorita Lou von Salomé. Quien sepa extraer un sentido a las últimas palabras del poema adivinará la razón por la que yo lo preferí y admiré: esas palabras poseen grandeza. El dolor no es considerado como una objeción contra la vida: «Si ya no te queda ninguna felicidad que darme, ¡bien!, aún tienes tu sufrimiento.»
Tomada literalmente la referencia que Nietzsche hace de Lou, pareciera apenas el reconocimiento a una amiga, una joven a la que admiraba, pero sin establecer relación alguna, aparente o real, con Zaratustra.
Pero en la mente y en la escritura de Nietzsche nada es literal.
Así que, sí se continúa leyendo el mismo aparte de Ecce Homo, un poco más adelante, Nietzsche transcribe un extenso poema, el mismo que en Así habló Zaratustra se titula: La canción de la noche y en cuyo último verso y en la explicación que le sigue, adquiere pleno sentido la historia del enamoramiento por Lou, su conexión con el Himno a la vida y hasta el anhelo de redención y reconciliación:
"Es de noche: ahora se despiertan todas las canciones de los amantes. Y también mi alma es la canción de un amante".
8
"Nada igual se ha compuesto nunca, ni sentido nunca, ni sufrido nunca: así sufre un dios, un Dionisos. La respuesta a este ditirambo del aislamiento solar en la luz sería Ariadna... ¡Quién sabe, excepto yo, qué es Ariadna! De todos estos enigmas nadie tuvo hasta ahora la solución, dudo que alguien viera siquiera aquí nunca enigmas. - Zaratustra define en una ocasión su tarea –es también la mía con tal rigor que no podemos equivocarnos sobre el sentido: dice sí hasta llegar a la justificación, hasta llegar incluso a la redención de todo lo pasado".
Evidente, las claves comienzan a tener sentido y es posible empezar a decodificar el enigma, labor para la que el mismo Nietzsche lanza una provocación y un desafío a que sea desvelado, pero con notorio escepticismo y pretensión de que este pueda ser descifrado, razón por la cual él mismo ofrece una evidente pista que remite a la historia original.
El enigma debe ser desvelado en las páginas de Así habló Zaratustra, que es donde Nietzsche ha encriptado la historia de su exploración íntima de su enamoramiento por Lou, así como de las consecuencias de lo que tal enamoramiento significó para él y su pensamiento.
Retornando a la lectura de Así habló Zaratustra, es ya posible empezar a guiarse por el laberinto con el hilo de Ariadna, porque es ella la que inspira y a quien Nietzsche dirige sus versos, sus quejas y reclamos amorosos.
La siguiente conexión se encuentra en el apartado titulado El mago, compuesto inicialmente con otros títulos y que además de ser insertado en Así habló Zaratustra, también fue incorporado a los Ditirambos de Dionisios, bajo el título de Lamento de Ariadna, donde dice:
"Pero al fin, tras muchos temblores, convulsiones y contorsiones, comenzó a lamentarse de este modo (470):
« ¿Quién me calienta, quién me ama todavía?».
La nota (470) es de Andrés Sánchez Pascual:
“(470) El largo «lamento» de El mago que viene a continuación fue compuesto por Nietzsche en el otoño de 1884 y llevaba entonces el título de El poeta, El tormento del creador. En otra copia manuscrita le puso estos dos títulos: De la séptima soledad, luego borrado, y El pensamiento. De hecho este poema no se hallaba destinado originalmente a Así habló Zaratustra, pero Nietzsche lo insertó en él al componer la cuarta parte. De la importancia que este poema tenía para Nietzsche da idea el hecho de que más tarde lo incorporase a los Ditirambos de Dionisos, bajo el título de Lamento de Ariadna. Allí lleva al final una «respuesta» de Dionisos, quien, tras un rayo, «se hace visible con una belleza de esmeralda». La citada respuesta dice así:
"¡Sé inteligente, Ariadna!...
Tienes oídos pequeños, tienes mis oídos:
¡Introduce en ellos una palabra inteligente! –
¿No tenemos que odiarnos primero a nosotros mismos cuando
debemos amarnos a nosotros mismos?...
Yo soy tu laberinto...".
(Esta y las citas siguientes han sido tomada de la edición de Así habló Zaratustra, traducida y comentada por Andrés Sánchez Pascual y al citar mantengo la numeración de sus notas de pie de página).
El hilo de Ariadna salva a Teseo del laberinto, en este caso, a Dionisios / Nietzsche, para conducirlo de nuevo hasta ella, la Ariadna de Nietzsche que no puede ser otra que Lou.
Nietzsche, en el apartado titulado Del gran anhelo, encripta este retorno, que se inicia con el siguiente verso:
"Oh alma mía, yo te he enseñado a decir «Hoy» como se dice «Alguna vez» y «En otro tiempo» y a bailar tu ronda por encima de todo Aquí y Ahí y Allá".
Véase lo que anota Andrés Sánchez Pascual en su nota (425), sobre el título Del gran anhelo, que conecta la intimidad de Zaratustra y Ariadna:
"(425) Otro título anotado por Nietzsche en sus manuscritos para este apartado era el de Ariadna, al que correspondía más adelante otro apartado titulado Dionisos (que ahora es Los siete sellos)".
Esa intimidad se establece más específicamente en un verso más adelante Del gran anhelo:
"- hacia el áureo prodigio, hacia la barca voluntaria y su dueño: pero éste es el vendimiador, que aguarda con una podadera de diamante" (428).
A lo que anota Andrés Sánchez Pascual:
"(428) De manera encubierta hay en estas palabras una alusión a Dionisos. Este, en efecto, es representado en ocasiones como un viñador que viene en barco con una podadera en la mano para podar sus vides (así está representado en la copa de Exekias, del siglo VI, que se conserva en Munich). La vid, cargada de racimos, que anhela la llegada del viñador, es Ariadna (alma de Zaratustra). El viñador con la podadera es imagen que aparece también en el Apocalipsis. Véase Apocalipsis, 14, 18: «¡Echa tu afilada podadera y vendimia los racimos de la viña de la tierra, pues llegaron a sazón sus uvas!» Es posible que en el ánimo de Nietzsche se fundiesen ambas evocaciones".
Con lo anterior he mostrado las conexiones que Nietzsche establece, en su propia mitología, entre él, bien como Dionisios o como Zaratustra, con la presencia que Lou, como Ariadna, tuvo en la gestación y nacimiento de Así habló Zaratustra.
Voy a mostrar ahora, quizás la conexión más concreta y evidente entre Nietzsche, Zaratustra y Lou, porque esta vez se trata de un evento real y biográfico. Se trata de una fotografía tomada en algún momento de ese verano de 1882 cuando se conocieron y en la que aparecen: Lou, Paul Rée y Nietzsche:
Esta fotografía, que forma parte de la leyenda de Nietzsche y Lou, fue evidentemente coreografiada en un escenario diseñado y decorado por los propios protagonistas. En ella aparecen Paul Rée y Nietzsche jalando de un pequeño carro de tiro como de juguete, sobre el que se encuentra Lou con un látigo en la mano en la posición de estar fustigando a los dos hombres.
Es necesario anotar, además, que la historia de esta fotografía tiene mayores significados, porque fue unas de las causas de gran disgusto para la madre de Nietzsche y su hermana Elizabeth y de los graves conflictos de Nietzsche y Lou con ellas dos por sus relaciones.
Lo que quiero enfatizar es la presencia de ese látigo que aparecerá como importante motivo en los apartados de Así habló Zaratustra titulados: De viejecillas y de jovencillas y La otra canción del baile, como a continuación mostraré.
En las dos últimas líneas del apartado De viejecillas y de jovencillas, Zaratustra pregunta:
«¡Dame, mujer, tu pequeña verdad!», dije yo. Y así habló la viejecilla:
«¿Vas con mujeres? ¡No olvides el látigo!» (109).
A lo que también anota Andrés Sánchez Pascual:
“(109) En la tercera parte, La otra canción del baile, Zaratustra usará este látigo para hacer que la vida -«una mujer»- baile”.
Lo que aquí quiere implicar Nietzsche es, con toda seguridad, tanto el disgusto que tuvieron su madre y su hermana por la fotografía como a los consecuentes conflictos que se sucedieron durante la visita de Lou a las dos mujeres.
El motivo del látigo se complementa y se hace más específico en los dos primeros apartados de La otra canción del baile.
En la primera, Nietzsche hace referencia específica a la fotografía:
"1
¡Al compás de mi látigo debes bailar y gritar para mí! «Acaso he olvidado el látigo? - ¡No!» (430).
No sobra citar la anotación de Andrés Sánchez Pascual:
“(430) Aquí reaparece el «látigo» al que se alude en la primera parte, al final del capítulo De viejecillas y jovencillas”.
Es en la segunda parte de La otra canción del baile en donde Nietzsche incluye numerosas claves sobre su enamoramiento por Lou, al establecer las conexiones autobiográficas con sus días felices con ella en Tautenburg, como mostraré más adelante.
Transcribo a continuación esa segunda parte de La otra canción del baile:
"2
Entonces la vida me respondió así, y al hacerlo se tapaba los graciosos oídos:
«¡Oh Zaratustra! ¡No chasquees tan horriblemente el látigo! Tú lo sabes bien: el ruido asesina los pensamientos - y ahora precisamente me vienen pensamientos tan gráciles.
Nosotros somos, ambos, dos haraganes que no hacemos ni bien ni mal. Más allá del bien y del mal hemos encontrado nuestro islote y nuestro verde prado - ¡nosotros dos solos! ¡Ya por ello tenemos que ser buenos el uno para el otro! (*).
[ (*) Me pregunto si Nietzsche podría estarse refiriendo aquí a la isla de San Guiulio, lugar en donde se dio origen a la leyenda de "El secreto de Monte Sacro”, por lo que sucedió cuando Nietzsche y Lou dieron un paseo a solas, para referirse a continuación a los conflictos suscitados por su enamoramiento, con las palabras de la vida sobre el amor. Así como también a la carta de Friedrich Nietzsche a Lou von Salomé en Stibbe, Tautenburg, 26 de junio 1882, citada en la introducción y a los días felices que Nietzsche vivió en Tautenburg con Lou, que explico más adelante].
"Y aunque no nos amemos a fondo -, ¿es necesario guardarse rencor si no se ama a fondo?
Y que yo soy buena contigo, y a menudo demasiado buena, eso lo sabes tú: y la razón es que estoy celosa de tu sabiduría. ¡Ay, esa loca y vieja necia de la sabiduría!
Si alguna vez se apartase de ti tu sabiduría, ¡ay!, entonces se apartaría de ti rápidamente también mi amor.» - (**)
[(**) Referencia a la carta de Friedrich Nietzsche a Lou von Salomé en Stibbe, Tautenburg, probablemente el 27 de junio 1882, también citada en la introducción].
"En este punto la vida miró pensativa detrás de sí y en torno a sí y dijo en voz baja: «¡Oh Zaratustra, tú no me eres bastante fiel!
No me amas ni mucho menos tanto como dices, yo lo sé, tú piensas que pronto vas a abandonarme."
"Hay una vieja, pesada, pesada campana retumbante (431): ella retumba por la noche y su sonido asciende hasta tu caverna:
- cuando a medianoche oyes dar la hora a esa campana, tú piensas en esto entre la una y las doce -
- tú piensas en esto, oh Zaratustra, yo lo sé, ¡en que pronto vas a abandonarme!"
«Sí, contesté yo titubeante, pero tú sabes también esto.» - Y le dije algo al oído, por entre los alborotados, amarillos, insensatos mechones de su cabello.
«¿Tú sabes eso, oh Zaratustra? Eso no lo sabe nadie.»
"Y nos miramos uno a otro y contemplamos el verde prado, sobre el cual empezaba a correr el fresco atardecer, y lloramos juntos. - Entonces, sin embargo, me fue la vida más querida que lo que nunca me lo ha sido toda mi sabiduría".
La clave que conecta el enigma con la autobiografía está en la palabra "campana", la cual, según Andrés Sánchez Pascual, remite:
"(431) Esta campana de medianoche reaparecerá en la cuarta parte, La canción del noctámbulo".
Aun cuando la palabra "noctámbulo" aparece varias veces en Así habló Zaratustra con especiales significados y motivaciones, sólo me interesa aquí para conectarla con los recuerdos de los días felices que Nietzsche vivió en Tautenburg con Lou, sólo ensombrecidos por la presencia y los conflictos que su hermana Elizabeth provocó para Lou y que terminaron por precipitar el distanciamiento entre ellos.
Véase la conexión que establece Andrés Sánchez Pascual con la palabra "campana", en la siguiente cita de la segunda parte de La canción del noctámbulo y lo autobiográfico de Nietzsche.
Así dice La canción del noctámbulo:
"Y al punto se hizo el silencio y la calma en derredor; de la profundidad, en cambio, subía lentamente el sonido de una campana. Zaratustra se puso a escuchar, lo mismo que los hombres superiores; luego volvió a llevarse el dedo a la boca y volvió a decir: «¡Venid! ¡Venid! ¡Se acerca la medianoche!» - y su voz estaba cambiada. Pero continuaba sin moverse del sitio: entonces se hizo un silencio más grande y una mayor calma, y todos escucharon, también el asno, y los dos animales heráldicos de Zaratustra, el águila y la serpiente, y asimismo la caverna de Zaratustra y la luna redonda y fría y hasta la propia noche. Zaratustra se llevó por tercera vez el dedo a la boca y dijo:
¡Venid! ¡Venid! ¡Caminemos ya! Es la hora: ¡caminemos en la noche!"
Sobre la conexión de La canción del noctámbulo, con los tiempos felices, evocados aquí por Nietzsche, véase ahora lo que escribe Curt Paul Janz, sobre las interminables y noctámbulas conversaciones de Nietzsche con Lou en Tautenburg:
"A pesar de ello fue un tiempo, para ambos, filosóficamente fructífero. Elizabeth, naturalmente, no significaba nada al respecto. Se la trató como si no existiera. La mayoría de las veces hubo de dar sola sus paseos, y si se llegaba a una conversación, o bien le resultaba incomprensible o bien se horrorizaba por los juicios morales, críticos y provocativos. Nietzsche y Lou, por el contrario, vagaban horas y horas por los bosques, continuando sus conversaciones, a menudo, hasta bien entrada la noche. En su diario, que escribió en Tautenburg para Paul Rée, Lou escribe al respecto: «En estas tres semanas hemos conversado hasta el agotamiento; curiosamente él aguanta ahora cerca de diez horas diarias de charla. En nuestras veladas, cuando la lámpara, vendada como un inválido con un paño rojo para que no dañe sus pobres ojos, arroja sólo un débil resplandor por el cuarto, siempre llegamos a hablar de trabajos en común... Sorprendente que en nuestras conversaciones aboquemos involuntariamente al borde de abismos, a aquellos lugares de vértigo adonde alguna vez se ha subido en solitario para mirar desde allí a lo profundo. Siempre hemos elegido los caminos de gamuzas, y si alguien nos hubiera escuchado, habría creído que eran dos diablos los que conversaban.» Compusieron juntos aforismos que Lou inventaba y Nietzsche corregía o completaba. El 14 de agosto Lou escribe a Rée: «Nietzsche, en general de una consecuencia férrea, es en lo particular una persona tremendamente versátil. Yo sabía que cuando admitiéramos lo que, en principio, en la tormenta del sentimiento, ambos evitábamos, rápidamente nos habríamos de encontrar en nuestras naturalezas profundamente semejantes, más allá de todo charloteo pedante... Él subía hasta aquí de continuo, y por la noche tomó mi mano y la besó dos veces y comenzó a decir algo que no terminó. Los días siguientes estuve en cama, él me metía cartas en la habitación y me hablaba a través de la puerta. Ahora ya amainó mi vieja fiebre catarral y me he levantado. Ayer pasamos juntos todo el día... Elizabeth estuvo en el Dornburg con personas conocidas. En la pensión... se nos considera tan emparejados como a ti y a mí, cuando llego con mi gorro y con Nietzsche, sin Elizabeth... Un estímulo especial resulta de la coincidencia en pensamientos, sentimientos e ideas; nos podemos entender casi con medias palabras. El dijo una vez, impresionado por ello: 'creo que la única diferencia entre nosotros es la edad. Hemos vivido y pensado lo mismo'.»
El 14 de agosto, Nietzsche escribe a Kösselitz: : «'lo mejor posible para mí', he tenido que superar una dura prueba, y la he superado. -Lou se queda aquí 14 días todavía: en el otoño volveremos a encontramos (¿en Munich?) -Tengo mi ojo para las personas; lo que veo existe, aunque otros no lo vean. Lou y yo somos demasiado semejantes, 'consanguíneos' (¡por eso ni siquiera se la puedo alabar a Usted!).» (10).
Para cerrar esta historia, se me ocurre una última hipótesis descabellada.
Nietzsche escribía como los verdaderos filósofos, los médicos del alma, en quienes el sistema y el método son la vida misma, la autobiografía y la obra son la descripción de sus exploraciones y la exposición de sus descubrimientos de manera propia y original.
Y, como la vida misma, cambiante con cada gran revelación, la obra de Nietzsche da testimonio de todo ello, así como de las no menos importantes transfiguraciones que le significaron los enamoramientos que sufrió y lo hicieron lo qué él fue:
Primero, Richard y Cósima Wagner que le representaron el descubrimiento de Dionisios y lo dionisiaco, lo que daría paso, tras su rompimiento, a su transformación en Humano, demasiado humano y las obras que antecedieron a Zaratustra. Pasión amorosa que lo marcará hasta sus últimos días y que él hizo pública en libros dedicados a ellos y en muchos de sus escritos, incluida su correspondencia
Segundo, el enamoramiento por Lou Andreas Salomé, a quien considero como madre inmanente de Zaratustra y como motivo de un intrincado laberinto de conexiones y referencias, enigmas y claves encriptadas en Así habló Zaratustra, como he tratado de demostrar, porque este fue un enamoramiento condenado al silencio y al misterio, no sé si por decisión del propio Nietzsche o por mediación de la censura de la mano oscura y la mitomanía de su hermana Elizabeth.
El enamoramiento por Lou se salvó de ser borrado de la historia gracias a los testimonios de muchas personas y a la abundante correspondencia tanto entre los testigos como en muchas de las cartas entre Nietzsche y Lou, en las que se tratan o con admiración o con rabia y, a veces, con ternura, porque en sus libros sólo le dedica una formal mención en Ecce Homo, como ya cité antes.
Sin embargo, el fruto de ese enamoramiento y de la más aguda exploración sobre la naturaleza del enamoramiento, fue lo que logró Nietzsche en Así habló Zaratustra (11), así como las consecuencias de lo que de allí surgió para su propia existencia y el resto de la obra que escribiría. Lo anterior, independiente de haber creado una obra maestra de la literatura y fundamental para la filosofía.
Nietzsche escribió en 1883 las dos primeras partes de Así habló Zaratustra, la primera, entre el 1 y el 10 de febrero y la segunda entre el 26 de junio y el 6 de julio. En ellas inicia su propia e íntima exploración a sus estados del enamoramiento (12).
Estas dos primeras partes las escribe aun con el dolor y la rabia de su rompimiento con Lou, lo cual pesa y marca el estilo, tono y contenido del poema.
La otras dos partes las escribió Nietzsche en 1884 y 1885, respectivamente, distanciado ya de aquellas primarias emociones, lo cual le permite tratar en perspectiva no sólo a Lou y su relación con ella, sino también para explorar la transfiguración que el enamoramiento le había generado.
Son de tal magnitud tales trasfiguraciones que para 1886 ha escrito Más allá del bien y el mal, la primera obra con la que pretende explicar y profundizar el impacto de Zaratustra tanto en él mismo como en su pensamiento.
En este mismo sentido escribirá otras obras fundamentales: La genealogía de la moral (1887), El caso Wagner (1888), El crepúsculo de los ídolos y El anticristo (ambas de 1889), Nietzsche contra Wagner (1889). Cada una de estas obras están destinadas a explicar y profundizar la misión que Zaratustra propone a los hombres y a la humanidad.
Publicada póstumamente, Ecce Homo, escrita durante el segundo semestre de 1888 y hasta poco antes de caer en su delirio y silencio, fue la obra en la cual se propuso exponer los motivos y aspiraciones vitales, existenciales y filosóficas de su misión y obra.
Pero y más importante para los exploradores de misterios, en Ecce Homo ocultó las claves y el hilo de Ariadna que permitiría resolver sus misterios y enigmas y acceder a su laberinto y, al mismo tiempo, con la finalidad de ofrecerles a sus lectores la posibilidad de retornar al mundo ya iluminados y vencedores en el combate amoroso por el disfrute de sí mismos. Esa misión que Nietzsche supone deben emprender, con esfuerzo, sufrimiento y gozo, sus verdaderos lectores y discípulos.
Creo que hasta aquí he dado suficiente ilustración sobre el asunto y, aun cuando sé que es apenas una mirada a los laberintos de Friedrich Nietzsche, su vida y su obra, reconozco que ya ese negocio es asunto para los especialistas y a ellos se los dejo.
Al fin y al cabo, mi propósito de LECTOR LUDI siempre es provocar la alegría de vivir y de leer de los LECTORES LUDI y espero haberlo cumplido.
NOTAS
(1) Iván Rodrigo García Palacios, LECTOR LUDI-56. Puede leerse en el blog: http://lectorludi.blogspot.com/
(2) Friedrich Nietzsche, Ecce Homo.
(3) Iván Rodrigo García Palacios, LECTOR LUDI. Manual de iniciación a la alquimia de la lectura, capítulo 1: Nietzsche: La vida como literatura. Así nació Zaratustra en los tiempos del amor. Puede leerse en el blog: http://lectorludi.blogspot.com/
(4) Friedrich Nietzsche, Lou Andreas Salomé, Paul Rée, Documentos de un encuentro, Laertes, Barcelona, 1982, p. 71.
(5) H. F. Peters, Mi hermana, mi esposa. La vida de Lou Andreas Salomé, Plaza & Janés, Barcelona, 1980, pp. 77 y ss.
(6) Friedrich Nietzsche, Así hablo Zaratustra, Alianza, Madrid, 1998.
(7) Lesley Chamberlain, Una biografía íntima. Nietzsche en Turín, Gedisa, Barcelona, 1998, pp. 230 a 232.
(8) Lesley Chamberlain, Una biografía íntima. Nietzsche en Turín..., pp. 244-245.
(9) Friedrich Nietzsche, Así hablo Zaratustra..., p. 444.
(10) Curt Paul Janz, Friedrich Nietzsche, Biografía, 3. Los diez años del filósofo errante (1879-1888), Alianza, Madrid, 1985, pp. 118-119.
(11) Iván Rodrigo García Palacios, LECTOR LUDI. Manual de iniciación a la alquimia de la lectura, capítulo 1: Nietzsche: La vida como literatura. Así nació Zaratustra en los tiempos del amor. Puede leerse en el blog: http://lectorludi.blogspot.com/
(12) Iván Rodrigo García Palacios, Beso Rico o el Eros alquímico. Hipótesis descabelladas obre la mente, el enamoramiento, el soñar y el imaginar, Segunda parte. Puede leerse en el blog:
http://lectorludi.blogspot.com/
Capítulo 2
El enamoramiento perpetuo
de Friedrich Nietzsche
- Las claves: Eros, sexualidad y sensualidad
- Zaratustra, Dionisios, Ariadna.
La concepción erótica y sexual que Friedrich Nietzsche tenía de sí mismo, de los hombres y de las mujeres, salvo porque era rígida y extrema, poco más difiere del modelo idealista y romántico de su época perpetuado por la moral cristiana.
Para él, el sexo y la lujuria, eran asuntos de burdeles y prostitutas; denigrantes y degradantes formas de satisfacer las obligantes necesidades biológicas. La sexualidad era asunto para la reproducción institucionalizada, sobre la que expresó paradójicas posturas.
El Eros nietzscheano tiene más conexiones con el mito platónico y, en las relaciones que establecía con los hombres y las mujeres que admiraba, se expresaba por el deseo de integrar con ellos utópicas comunidades de amistad pasional en las cuales convivir, al mismo tiempo que crear un sistema existencial compartido, pero, la mayor parte de las veces, sus deseos eran los de imponer su propia visión.
Otra muy distinta y revolucionaria, con relación a esa moral cristiana, fue su concepción de la sensualidad: un combate vital por el disfrute de sí mismo, del que hablé en el LECTOR LUDI-56 (1).
En varias ocasiones quiso, sin lograrlo, fundar comunidades de alumnos a imagen y semejanza del Jardín de Epicuro, regidas por su por su propia interpretación del modelo erótico, sensual o hedonista y sexual epicúreo, en coincidencia con su deseo de compartir con ellos tanto los logros de su pensamiento como de convertirlos en divulgadores de su obra.
Uno de esos jardines epicúreos fue el que Nietzsche le ofreció a Lou Andreas Salomé en el segundo semestre de 1882 como parte de sus propuestas de matrimonio, las que ella rechazó y que ella, para evitar el rompimiento violento de la amistad, le propuso realizar, a cambio, como la formación de una comunidad filosófica en la que participarían, Nietzsche como "Maestro", ella y sólo algunos otros, selectos y privilegiados como alumnos.
Ese proyecto comunitario alternativo fracasó dadas las aspiraciones discrepantes de ambos. Sin embargo, en el breve lapso de los seis meses del segundo semestre de 1882 y enero de 1883, generó las condiciones favorables para la gestación y nacimiento del Zaratustra que Nietzsche había concebido un año antes en Sils María y frente a "la roca de Surlei" (2) y que, al parecer, requería de una madre de una naturaleza tal como la de Lou (3).
Cuando propuse mi hipótesis descabellada sobre la maternidad inmanente que Lou Andreas Salomé significó para Zaratustra, lo hice a partir de las abducciones obtenidas de la lectura de la correspondencia de aquella época entre Friedrich Nietzsche, Lou Andreas Salomé, Paul Rée y otros (4). De la parte dedicada a la relación con Nietzsche de la biografía de Lou Andreas Salomé, de H. F. Peters (5) y de Así habló Zaratustra, de Friedrich Nietzsche, introducción y traducción de Andrés Sánchez Pascual (6).
Me extrañó, eso sí, el hecho de que los biógrafos y estudiosos de la vida y la obra de Nietzsche consideraran insignificante esta situación y los eventos que la rodearon, cuando no era que los descalificaban despectivamente como la aventura de una joven y hermosa aristócrata rusa en busca de fama y notoriedad que coleccionaba hombres famosos.
En ese momento también desconfié de la información autobiográfica suministrada por el mismo Nietzsche, específicamente, en Ecce Homo, su obra autobiográfica y explicativa de su pensamiento, escrita en los últimos meses de su lucidez, así que no la tuve en cuenta para sustentar mi hipótesis descabellada.
Estaba equivocado. Era necesario volver a aprender a leer esa y las demás obras de Nietzsche, si se quería desentrañar o, mejor, descifrar y desvelar los misterios y enigmas que se escondían tras el extraordinario estilo de su escritura y los aparentemente complejos procesos de su mente. Complejos sí, si se les estudia con los pedantes modelos académicos de los historiadores de la filosofía y de los profesionales de los estudios críticos, los exegetas prejuzgantes y los biógrafos utilitaristas.
La luz de esa verdad se hizo patente en el momento en que descubrí que era necesario considerar, en primer lugar, la mitomanía y la necesidad enfermiza de mentir que Nietzsche compartía de manera entrañable con su hermana Elizabeth.
Y, en segundo lugar, quizás conectado con lo anterior, la profundidad y originalidad creativa que alcanza Nietzsche al crear una propia mitología a partir de las experiencias de su propia vida, mezcladas, fusionadas y sintetizadas, con los elementos obtenidos de todos sus estudios y lecturas, hasta crear, así sea con los mismos nombres y situaciones, figuras, personajes y motivos mitológicos, propios e intercambiables, pero herméticos.
Era necesario entonces encontrar las claves encriptadas en los mismos escritos de Nietzsche, tal y como él mismo lo sugiere muchas veces y como lo haré más adelante, después de transcribir una amplia cita de la biografía de Nietzsche que escribió la inglesa Lesley Chamberlain (7), en la que, con un propósito parecido al mío, expone algunas de las claves de la mitología nietzscheana relacionadas con las dos versiones de Dionisios que Nietzsche utilizaba como representaciones o máscaras, entre otras cosas, de la "alegría de vivir", las transfiguración, la sensualidad, Eros o la sexualidad y la reproducción o fecundidad (el primer Dionisios, es el clásico y el segundo, es Dionisios Zagreo).
Dice Lesley Chamberlain:
"Ciertamente [Nietzsche], concebía este libro [Así habló Zaratustra] en conjunción con Ecce Homo, cuando le dijo a Deussen que Ecce Homo iluminaría Así habló Zaratustra dando un paso más adelante: "Este libro se refiere solamente a mí; en él por fin yo aparezco con mi misión histórica universal" (carta desde Turín, el 26 de noviembre de 1888). El "yo" que aparece aquí establece claramente la diferencia: Nietzsche asume él mismo los rasgos de Zaratustra, así ese Dionisios (el primero) se metamorfosea en piedra, en agua y en cielo y está enamorado de la eternidad. Nietzsche se pintaría así mismo en el paisaje".
[...]
"La concepción de Dionisios Zagreo (el segundo) por obra de Zeus y Perséfona puede compararse particularmente con una de las más oscuras y más feroces imágenes de Así habló Zaratustra; al comenzar el libro III, una serpiente se desliza dentro de la boca de un pastor dormido. Zaratustra encuentra al atormentado pastor y le pide que arranque con los dientes la cabeza de la serpiente; cuando el pastor así lo hace queda transfigurado en una figura sobrehumana cuya risa excita en Zaratustra el anhelo de la eternidad. La sonrisa y la risa son instrumentos dionisiacos. Así el pastor aparece transformado por Dionisios en un penoso, pero extraordinariamente fértil, acto de unión. El pastor se hace "übermenschlich" y dionisiaco. Nietzsche llama a este capítulo Visión y enigma. La transformación del pastor explica "la visión". En cuanto al "enigma", evidentemente tiene algo que ver con el marco que suministra Nietzsche a su historia, que refleja la muerte de su propio padre. Zaratustra encuentra a un hombre tendido en el suelo y en mortal peligro y a un perro que ladra. ¿Se trataba del propio Nietzsche nacido, como Dionisios, de esa visión de agonizar que es al mismo tiempo una imagen de copulación? Zaratustra es reacio a la sexualidad y su gran interés en la "fecundidad" es irremisiblemente frío y cósmico. Zaratustra habla enfáticamente de quienes fecundo en Los siete sellos, la sección que termina el libro III. El placer de la reproducción impulsa a Zaratustra a ser fecundo con el resplandeciente futuro. Este es un pasaje difícil de interpretar, pero tiene un importante contenido psicológico. Nietzsche encontró una fórmula para expresar la procreación sin un elemento femenino. En efecto, Zaratustra continúa cantando: "Nunca conocí a una mujer con la que quisiera tener hijos, salvo a ti, oh, Eternidad". En la imagen de la serpiente que penetra en el pastor, el elemento femenino está desplazado hacia el progenitor mortal. La parodia cristiana es aquí evidente. Dios entra en la boca del amoroso pastor y engendra un hijo. El "enigma" es el propio renacimiento de Nietzsche como Dionisios Zagreo".
Un poco más adelante, Lesley Chamberlain anota, además, una de las figuras mitológicas que Nietzsche, entre otras figuras, personajes y situaciones, asociaba con Lou Andreas Salomé:
"Nietzsche se imaginaba a Lou como una serpiente, una serpiente que llegó a ser amiga de Zaratustra cuando éste resistió su mordedura" (8).
Es necesario buscar e interpretar las numerosas ocasiones en que aparece en sus escritos y la importancia que Nietzsche le da al motivo de la serpiente.
Por ejemplo y específicamente relacionado con los asuntos que trato de explicar, la serpiente y el águila, dice Zaratustra, en La canción del noctámbulo, son sus dos animales heráldicos, los cuales aparecen en las primeras líneas del prólogo de Nietzsche a Así habló Zaratustra y sobre los que anota Andrés Sánchez Pascual:
"Los dos animales heráldicos de Zaratustra [la serpiente y el águila] representan, respectivamente, su voluntad y su inteligencia. Le harán compañía en numerosas ocasiones y actuarán incluso como interlocutores suyos, sobre todo en el importantísimo capítulo de la tercera parte titulado El convaleciente" (9).
La serpiente es para Nietzsche una figura de su mitología con muchos más sentidos y usos de los que pretendo aquí desentrañar.
Lo que me interesa ahora es descifrar su conexión con Lou, a quien Nietzsche encripta como un enigma, no sólo en Así habló Zaratustra, sino también en Ecce Homo, obra en la que, se supone, están las claves para que tal enigma sea descifrando, sólo que estas claves han sido tratadas también de manera enigmática, hermética, porque Nietzsche conecta a Lou con otras figuras de su mitología, dándole un nombre propio, tal el caso de Ariadna, al igual que la conecta con información propiamente autobiográfica.
Pero también hay que establecer otras conexiones como la de "el laberinto", que establece las correspondencias entre Zaratustra, Ariadna, Teseo y junto con ellos, Bruno y Dostoievski, para no mencionar a Spinoza, quien no está tan claramente relacionado en estos puntos.
Es necesario anotar que en algunos de sus escritos de finales de 1888 y enero de 1889, cuando su mente entraba en estados alternos de lucidez y delirio, también atribuyó a Cósima Wagner la figura de Ariadna y hasta quiso desposarla como el Dionisios "renacido" que creía ser. Es el juego de su delirio en el cual, Lou y Cósima, como sus dos grandes amores pasionales, las asume, en su mente, como la visión de mujer ideal que él mismo se creó y describió.
Esto demuestra la libre o arbitraria utilización que Nietzsche hacia de su propia mitología. Pero lo que ahora me interesa en establecer las conexiones y correspondencias de Lou con Ariadna y establecer que el mismo Nietzsche reconoció y sintetizó en su mitología la importancia que para su vida y obra significó su enamoramiento por Lou.
Comienzo por Ecce Homo y en el aparte donde narra el nacimiento de Así habló Zaratustra, titulado, Un libro para todos y para nadie y en donde explica la concepción y gestación de Zaratustra. Allí Nietzsche hace una anotación incidental sobre Lou:
"Asimismo corresponde a este período intermedio aquel Himno a la vida (para coro mixto y orquesta) cuya partitura ha aparecido hace dos años en E. W Fritzsch, de Leipzig, síntoma no insignificante tal vez de la situación de ese año [Anoto por mi parte que corresponde a 1882, año de su enamoramiento por Lou], en el cual el pathos afirmativo par excellence, llamado por mí el pathos trágico, moraba dentro de mí en grado sumo. Alguna vez en el futuro se cantará ese himno en memoria mía. El texto, lo anoto expresamente, pues circula sobre esto un malentendido, no es mío: es la asombrosa inspiración de una joven rusa con quien entonces mantenía amistad, la señorita Lou von Salomé. Quien sepa extraer un sentido a las últimas palabras del poema adivinará la razón por la que yo lo preferí y admiré: esas palabras poseen grandeza. El dolor no es considerado como una objeción contra la vida: «Si ya no te queda ninguna felicidad que darme, ¡bien!, aún tienes tu sufrimiento.»
Tomada literalmente la referencia que Nietzsche hace de Lou, pareciera apenas el reconocimiento a una amiga, una joven a la que admiraba, pero sin establecer relación alguna, aparente o real, con Zaratustra.
Pero en la mente y en la escritura de Nietzsche nada es literal.
Así que, sí se continúa leyendo el mismo aparte de Ecce Homo, un poco más adelante, Nietzsche transcribe un extenso poema, el mismo que en Así habló Zaratustra se titula: La canción de la noche y en cuyo último verso y en la explicación que le sigue, adquiere pleno sentido la historia del enamoramiento por Lou, su conexión con el Himno a la vida y hasta el anhelo de redención y reconciliación:
"Es de noche: ahora se despiertan todas las canciones de los amantes. Y también mi alma es la canción de un amante".
8
"Nada igual se ha compuesto nunca, ni sentido nunca, ni sufrido nunca: así sufre un dios, un Dionisos. La respuesta a este ditirambo del aislamiento solar en la luz sería Ariadna... ¡Quién sabe, excepto yo, qué es Ariadna! De todos estos enigmas nadie tuvo hasta ahora la solución, dudo que alguien viera siquiera aquí nunca enigmas. - Zaratustra define en una ocasión su tarea –es también la mía con tal rigor que no podemos equivocarnos sobre el sentido: dice sí hasta llegar a la justificación, hasta llegar incluso a la redención de todo lo pasado".
Evidente, las claves comienzan a tener sentido y es posible empezar a decodificar el enigma, labor para la que el mismo Nietzsche lanza una provocación y un desafío a que sea desvelado, pero con notorio escepticismo y pretensión de que este pueda ser descifrado, razón por la cual él mismo ofrece una evidente pista que remite a la historia original.
El enigma debe ser desvelado en las páginas de Así habló Zaratustra, que es donde Nietzsche ha encriptado la historia de su exploración íntima de su enamoramiento por Lou, así como de las consecuencias de lo que tal enamoramiento significó para él y su pensamiento.
Retornando a la lectura de Así habló Zaratustra, es ya posible empezar a guiarse por el laberinto con el hilo de Ariadna, porque es ella la que inspira y a quien Nietzsche dirige sus versos, sus quejas y reclamos amorosos.
La siguiente conexión se encuentra en el apartado titulado El mago, compuesto inicialmente con otros títulos y que además de ser insertado en Así habló Zaratustra, también fue incorporado a los Ditirambos de Dionisios, bajo el título de Lamento de Ariadna, donde dice:
"Pero al fin, tras muchos temblores, convulsiones y contorsiones, comenzó a lamentarse de este modo (470):
« ¿Quién me calienta, quién me ama todavía?».
La nota (470) es de Andrés Sánchez Pascual:
“(470) El largo «lamento» de El mago que viene a continuación fue compuesto por Nietzsche en el otoño de 1884 y llevaba entonces el título de El poeta, El tormento del creador. En otra copia manuscrita le puso estos dos títulos: De la séptima soledad, luego borrado, y El pensamiento. De hecho este poema no se hallaba destinado originalmente a Así habló Zaratustra, pero Nietzsche lo insertó en él al componer la cuarta parte. De la importancia que este poema tenía para Nietzsche da idea el hecho de que más tarde lo incorporase a los Ditirambos de Dionisos, bajo el título de Lamento de Ariadna. Allí lleva al final una «respuesta» de Dionisos, quien, tras un rayo, «se hace visible con una belleza de esmeralda». La citada respuesta dice así:
"¡Sé inteligente, Ariadna!...
Tienes oídos pequeños, tienes mis oídos:
¡Introduce en ellos una palabra inteligente! –
¿No tenemos que odiarnos primero a nosotros mismos cuando
debemos amarnos a nosotros mismos?...
Yo soy tu laberinto...".
(Esta y las citas siguientes han sido tomada de la edición de Así habló Zaratustra, traducida y comentada por Andrés Sánchez Pascual y al citar mantengo la numeración de sus notas de pie de página).
El hilo de Ariadna salva a Teseo del laberinto, en este caso, a Dionisios / Nietzsche, para conducirlo de nuevo hasta ella, la Ariadna de Nietzsche que no puede ser otra que Lou.
Nietzsche, en el apartado titulado Del gran anhelo, encripta este retorno, que se inicia con el siguiente verso:
"Oh alma mía, yo te he enseñado a decir «Hoy» como se dice «Alguna vez» y «En otro tiempo» y a bailar tu ronda por encima de todo Aquí y Ahí y Allá".
Véase lo que anota Andrés Sánchez Pascual en su nota (425), sobre el título Del gran anhelo, que conecta la intimidad de Zaratustra y Ariadna:
"(425) Otro título anotado por Nietzsche en sus manuscritos para este apartado era el de Ariadna, al que correspondía más adelante otro apartado titulado Dionisos (que ahora es Los siete sellos)".
Esa intimidad se establece más específicamente en un verso más adelante Del gran anhelo:
"- hacia el áureo prodigio, hacia la barca voluntaria y su dueño: pero éste es el vendimiador, que aguarda con una podadera de diamante" (428).
A lo que anota Andrés Sánchez Pascual:
"(428) De manera encubierta hay en estas palabras una alusión a Dionisos. Este, en efecto, es representado en ocasiones como un viñador que viene en barco con una podadera en la mano para podar sus vides (así está representado en la copa de Exekias, del siglo VI, que se conserva en Munich). La vid, cargada de racimos, que anhela la llegada del viñador, es Ariadna (alma de Zaratustra). El viñador con la podadera es imagen que aparece también en el Apocalipsis. Véase Apocalipsis, 14, 18: «¡Echa tu afilada podadera y vendimia los racimos de la viña de la tierra, pues llegaron a sazón sus uvas!» Es posible que en el ánimo de Nietzsche se fundiesen ambas evocaciones".
Con lo anterior he mostrado las conexiones que Nietzsche establece, en su propia mitología, entre él, bien como Dionisios o como Zaratustra, con la presencia que Lou, como Ariadna, tuvo en la gestación y nacimiento de Así habló Zaratustra.
Voy a mostrar ahora, quizás la conexión más concreta y evidente entre Nietzsche, Zaratustra y Lou, porque esta vez se trata de un evento real y biográfico. Se trata de una fotografía tomada en algún momento de ese verano de 1882 cuando se conocieron y en la que aparecen: Lou, Paul Rée y Nietzsche:
Esta fotografía, que forma parte de la leyenda de Nietzsche y Lou, fue evidentemente coreografiada en un escenario diseñado y decorado por los propios protagonistas. En ella aparecen Paul Rée y Nietzsche jalando de un pequeño carro de tiro como de juguete, sobre el que se encuentra Lou con un látigo en la mano en la posición de estar fustigando a los dos hombres.
Es necesario anotar, además, que la historia de esta fotografía tiene mayores significados, porque fue unas de las causas de gran disgusto para la madre de Nietzsche y su hermana Elizabeth y de los graves conflictos de Nietzsche y Lou con ellas dos por sus relaciones.
Lo que quiero enfatizar es la presencia de ese látigo que aparecerá como importante motivo en los apartados de Así habló Zaratustra titulados: De viejecillas y de jovencillas y La otra canción del baile, como a continuación mostraré.
En las dos últimas líneas del apartado De viejecillas y de jovencillas, Zaratustra pregunta:
«¡Dame, mujer, tu pequeña verdad!», dije yo. Y así habló la viejecilla:
«¿Vas con mujeres? ¡No olvides el látigo!» (109).
A lo que también anota Andrés Sánchez Pascual:
“(109) En la tercera parte, La otra canción del baile, Zaratustra usará este látigo para hacer que la vida -«una mujer»- baile”.
Lo que aquí quiere implicar Nietzsche es, con toda seguridad, tanto el disgusto que tuvieron su madre y su hermana por la fotografía como a los consecuentes conflictos que se sucedieron durante la visita de Lou a las dos mujeres.
El motivo del látigo se complementa y se hace más específico en los dos primeros apartados de La otra canción del baile.
En la primera, Nietzsche hace referencia específica a la fotografía:
"1
¡Al compás de mi látigo debes bailar y gritar para mí! «Acaso he olvidado el látigo? - ¡No!» (430).
No sobra citar la anotación de Andrés Sánchez Pascual:
“(430) Aquí reaparece el «látigo» al que se alude en la primera parte, al final del capítulo De viejecillas y jovencillas”.
Es en la segunda parte de La otra canción del baile en donde Nietzsche incluye numerosas claves sobre su enamoramiento por Lou, al establecer las conexiones autobiográficas con sus días felices con ella en Tautenburg, como mostraré más adelante.
Transcribo a continuación esa segunda parte de La otra canción del baile:
"2
Entonces la vida me respondió así, y al hacerlo se tapaba los graciosos oídos:
«¡Oh Zaratustra! ¡No chasquees tan horriblemente el látigo! Tú lo sabes bien: el ruido asesina los pensamientos - y ahora precisamente me vienen pensamientos tan gráciles.
Nosotros somos, ambos, dos haraganes que no hacemos ni bien ni mal. Más allá del bien y del mal hemos encontrado nuestro islote y nuestro verde prado - ¡nosotros dos solos! ¡Ya por ello tenemos que ser buenos el uno para el otro! (*).
[ (*) Me pregunto si Nietzsche podría estarse refiriendo aquí a la isla de San Guiulio, lugar en donde se dio origen a la leyenda de "El secreto de Monte Sacro”, por lo que sucedió cuando Nietzsche y Lou dieron un paseo a solas, para referirse a continuación a los conflictos suscitados por su enamoramiento, con las palabras de la vida sobre el amor. Así como también a la carta de Friedrich Nietzsche a Lou von Salomé en Stibbe, Tautenburg, 26 de junio 1882, citada en la introducción y a los días felices que Nietzsche vivió en Tautenburg con Lou, que explico más adelante].
"Y aunque no nos amemos a fondo -, ¿es necesario guardarse rencor si no se ama a fondo?
Y que yo soy buena contigo, y a menudo demasiado buena, eso lo sabes tú: y la razón es que estoy celosa de tu sabiduría. ¡Ay, esa loca y vieja necia de la sabiduría!
Si alguna vez se apartase de ti tu sabiduría, ¡ay!, entonces se apartaría de ti rápidamente también mi amor.» - (**)
[(**) Referencia a la carta de Friedrich Nietzsche a Lou von Salomé en Stibbe, Tautenburg, probablemente el 27 de junio 1882, también citada en la introducción].
"En este punto la vida miró pensativa detrás de sí y en torno a sí y dijo en voz baja: «¡Oh Zaratustra, tú no me eres bastante fiel!
No me amas ni mucho menos tanto como dices, yo lo sé, tú piensas que pronto vas a abandonarme."
"Hay una vieja, pesada, pesada campana retumbante (431): ella retumba por la noche y su sonido asciende hasta tu caverna:
- cuando a medianoche oyes dar la hora a esa campana, tú piensas en esto entre la una y las doce -
- tú piensas en esto, oh Zaratustra, yo lo sé, ¡en que pronto vas a abandonarme!"
«Sí, contesté yo titubeante, pero tú sabes también esto.» - Y le dije algo al oído, por entre los alborotados, amarillos, insensatos mechones de su cabello.
«¿Tú sabes eso, oh Zaratustra? Eso no lo sabe nadie.»
"Y nos miramos uno a otro y contemplamos el verde prado, sobre el cual empezaba a correr el fresco atardecer, y lloramos juntos. - Entonces, sin embargo, me fue la vida más querida que lo que nunca me lo ha sido toda mi sabiduría".
La clave que conecta el enigma con la autobiografía está en la palabra "campana", la cual, según Andrés Sánchez Pascual, remite:
"(431) Esta campana de medianoche reaparecerá en la cuarta parte, La canción del noctámbulo".
Aun cuando la palabra "noctámbulo" aparece varias veces en Así habló Zaratustra con especiales significados y motivaciones, sólo me interesa aquí para conectarla con los recuerdos de los días felices que Nietzsche vivió en Tautenburg con Lou, sólo ensombrecidos por la presencia y los conflictos que su hermana Elizabeth provocó para Lou y que terminaron por precipitar el distanciamiento entre ellos.
Véase la conexión que establece Andrés Sánchez Pascual con la palabra "campana", en la siguiente cita de la segunda parte de La canción del noctámbulo y lo autobiográfico de Nietzsche.
Así dice La canción del noctámbulo:
"Y al punto se hizo el silencio y la calma en derredor; de la profundidad, en cambio, subía lentamente el sonido de una campana. Zaratustra se puso a escuchar, lo mismo que los hombres superiores; luego volvió a llevarse el dedo a la boca y volvió a decir: «¡Venid! ¡Venid! ¡Se acerca la medianoche!» - y su voz estaba cambiada. Pero continuaba sin moverse del sitio: entonces se hizo un silencio más grande y una mayor calma, y todos escucharon, también el asno, y los dos animales heráldicos de Zaratustra, el águila y la serpiente, y asimismo la caverna de Zaratustra y la luna redonda y fría y hasta la propia noche. Zaratustra se llevó por tercera vez el dedo a la boca y dijo:
¡Venid! ¡Venid! ¡Caminemos ya! Es la hora: ¡caminemos en la noche!"
Sobre la conexión de La canción del noctámbulo, con los tiempos felices, evocados aquí por Nietzsche, véase ahora lo que escribe Curt Paul Janz, sobre las interminables y noctámbulas conversaciones de Nietzsche con Lou en Tautenburg:
"A pesar de ello fue un tiempo, para ambos, filosóficamente fructífero. Elizabeth, naturalmente, no significaba nada al respecto. Se la trató como si no existiera. La mayoría de las veces hubo de dar sola sus paseos, y si se llegaba a una conversación, o bien le resultaba incomprensible o bien se horrorizaba por los juicios morales, críticos y provocativos. Nietzsche y Lou, por el contrario, vagaban horas y horas por los bosques, continuando sus conversaciones, a menudo, hasta bien entrada la noche. En su diario, que escribió en Tautenburg para Paul Rée, Lou escribe al respecto: «En estas tres semanas hemos conversado hasta el agotamiento; curiosamente él aguanta ahora cerca de diez horas diarias de charla. En nuestras veladas, cuando la lámpara, vendada como un inválido con un paño rojo para que no dañe sus pobres ojos, arroja sólo un débil resplandor por el cuarto, siempre llegamos a hablar de trabajos en común... Sorprendente que en nuestras conversaciones aboquemos involuntariamente al borde de abismos, a aquellos lugares de vértigo adonde alguna vez se ha subido en solitario para mirar desde allí a lo profundo. Siempre hemos elegido los caminos de gamuzas, y si alguien nos hubiera escuchado, habría creído que eran dos diablos los que conversaban.» Compusieron juntos aforismos que Lou inventaba y Nietzsche corregía o completaba. El 14 de agosto Lou escribe a Rée: «Nietzsche, en general de una consecuencia férrea, es en lo particular una persona tremendamente versátil. Yo sabía que cuando admitiéramos lo que, en principio, en la tormenta del sentimiento, ambos evitábamos, rápidamente nos habríamos de encontrar en nuestras naturalezas profundamente semejantes, más allá de todo charloteo pedante... Él subía hasta aquí de continuo, y por la noche tomó mi mano y la besó dos veces y comenzó a decir algo que no terminó. Los días siguientes estuve en cama, él me metía cartas en la habitación y me hablaba a través de la puerta. Ahora ya amainó mi vieja fiebre catarral y me he levantado. Ayer pasamos juntos todo el día... Elizabeth estuvo en el Dornburg con personas conocidas. En la pensión... se nos considera tan emparejados como a ti y a mí, cuando llego con mi gorro y con Nietzsche, sin Elizabeth... Un estímulo especial resulta de la coincidencia en pensamientos, sentimientos e ideas; nos podemos entender casi con medias palabras. El dijo una vez, impresionado por ello: 'creo que la única diferencia entre nosotros es la edad. Hemos vivido y pensado lo mismo'.»
El 14 de agosto, Nietzsche escribe a Kösselitz: : «'lo mejor posible para mí', he tenido que superar una dura prueba, y la he superado. -Lou se queda aquí 14 días todavía: en el otoño volveremos a encontramos (¿en Munich?) -Tengo mi ojo para las personas; lo que veo existe, aunque otros no lo vean. Lou y yo somos demasiado semejantes, 'consanguíneos' (¡por eso ni siquiera se la puedo alabar a Usted!).» (10).
Para cerrar esta historia, se me ocurre una última hipótesis descabellada.
Nietzsche escribía como los verdaderos filósofos, los médicos del alma, en quienes el sistema y el método son la vida misma, la autobiografía y la obra son la descripción de sus exploraciones y la exposición de sus descubrimientos de manera propia y original.
Y, como la vida misma, cambiante con cada gran revelación, la obra de Nietzsche da testimonio de todo ello, así como de las no menos importantes transfiguraciones que le significaron los enamoramientos que sufrió y lo hicieron lo qué él fue:
Primero, Richard y Cósima Wagner que le representaron el descubrimiento de Dionisios y lo dionisiaco, lo que daría paso, tras su rompimiento, a su transformación en Humano, demasiado humano y las obras que antecedieron a Zaratustra. Pasión amorosa que lo marcará hasta sus últimos días y que él hizo pública en libros dedicados a ellos y en muchos de sus escritos, incluida su correspondencia
Segundo, el enamoramiento por Lou Andreas Salomé, a quien considero como madre inmanente de Zaratustra y como motivo de un intrincado laberinto de conexiones y referencias, enigmas y claves encriptadas en Así habló Zaratustra, como he tratado de demostrar, porque este fue un enamoramiento condenado al silencio y al misterio, no sé si por decisión del propio Nietzsche o por mediación de la censura de la mano oscura y la mitomanía de su hermana Elizabeth.
El enamoramiento por Lou se salvó de ser borrado de la historia gracias a los testimonios de muchas personas y a la abundante correspondencia tanto entre los testigos como en muchas de las cartas entre Nietzsche y Lou, en las que se tratan o con admiración o con rabia y, a veces, con ternura, porque en sus libros sólo le dedica una formal mención en Ecce Homo, como ya cité antes.
Sin embargo, el fruto de ese enamoramiento y de la más aguda exploración sobre la naturaleza del enamoramiento, fue lo que logró Nietzsche en Así habló Zaratustra (11), así como las consecuencias de lo que de allí surgió para su propia existencia y el resto de la obra que escribiría. Lo anterior, independiente de haber creado una obra maestra de la literatura y fundamental para la filosofía.
Nietzsche escribió en 1883 las dos primeras partes de Así habló Zaratustra, la primera, entre el 1 y el 10 de febrero y la segunda entre el 26 de junio y el 6 de julio. En ellas inicia su propia e íntima exploración a sus estados del enamoramiento (12).
Estas dos primeras partes las escribe aun con el dolor y la rabia de su rompimiento con Lou, lo cual pesa y marca el estilo, tono y contenido del poema.
La otras dos partes las escribió Nietzsche en 1884 y 1885, respectivamente, distanciado ya de aquellas primarias emociones, lo cual le permite tratar en perspectiva no sólo a Lou y su relación con ella, sino también para explorar la transfiguración que el enamoramiento le había generado.
Son de tal magnitud tales trasfiguraciones que para 1886 ha escrito Más allá del bien y el mal, la primera obra con la que pretende explicar y profundizar el impacto de Zaratustra tanto en él mismo como en su pensamiento.
En este mismo sentido escribirá otras obras fundamentales: La genealogía de la moral (1887), El caso Wagner (1888), El crepúsculo de los ídolos y El anticristo (ambas de 1889), Nietzsche contra Wagner (1889). Cada una de estas obras están destinadas a explicar y profundizar la misión que Zaratustra propone a los hombres y a la humanidad.
Publicada póstumamente, Ecce Homo, escrita durante el segundo semestre de 1888 y hasta poco antes de caer en su delirio y silencio, fue la obra en la cual se propuso exponer los motivos y aspiraciones vitales, existenciales y filosóficas de su misión y obra.
Pero y más importante para los exploradores de misterios, en Ecce Homo ocultó las claves y el hilo de Ariadna que permitiría resolver sus misterios y enigmas y acceder a su laberinto y, al mismo tiempo, con la finalidad de ofrecerles a sus lectores la posibilidad de retornar al mundo ya iluminados y vencedores en el combate amoroso por el disfrute de sí mismos. Esa misión que Nietzsche supone deben emprender, con esfuerzo, sufrimiento y gozo, sus verdaderos lectores y discípulos.
Creo que hasta aquí he dado suficiente ilustración sobre el asunto y, aun cuando sé que es apenas una mirada a los laberintos de Friedrich Nietzsche, su vida y su obra, reconozco que ya ese negocio es asunto para los especialistas y a ellos se los dejo.
Al fin y al cabo, mi propósito de LECTOR LUDI siempre es provocar la alegría de vivir y de leer de los LECTORES LUDI y espero haberlo cumplido.
NOTAS
(1) Iván Rodrigo García Palacios, LECTOR LUDI-56. Puede leerse en el blog: http://lectorludi.blogspot.com/
(2) Friedrich Nietzsche, Ecce Homo.
(3) Iván Rodrigo García Palacios, LECTOR LUDI. Manual de iniciación a la alquimia de la lectura, capítulo 1: Nietzsche: La vida como literatura. Así nació Zaratustra en los tiempos del amor. Puede leerse en el blog: http://lectorludi.blogspot.com/
(4) Friedrich Nietzsche, Lou Andreas Salomé, Paul Rée, Documentos de un encuentro, Laertes, Barcelona, 1982, p. 71.
(5) H. F. Peters, Mi hermana, mi esposa. La vida de Lou Andreas Salomé, Plaza & Janés, Barcelona, 1980, pp. 77 y ss.
(6) Friedrich Nietzsche, Así hablo Zaratustra, Alianza, Madrid, 1998.
(7) Lesley Chamberlain, Una biografía íntima. Nietzsche en Turín, Gedisa, Barcelona, 1998, pp. 230 a 232.
(8) Lesley Chamberlain, Una biografía íntima. Nietzsche en Turín..., pp. 244-245.
(9) Friedrich Nietzsche, Así hablo Zaratustra..., p. 444.
(10) Curt Paul Janz, Friedrich Nietzsche, Biografía, 3. Los diez años del filósofo errante (1879-1888), Alianza, Madrid, 1985, pp. 118-119.
(11) Iván Rodrigo García Palacios, LECTOR LUDI. Manual de iniciación a la alquimia de la lectura, capítulo 1: Nietzsche: La vida como literatura. Así nació Zaratustra en los tiempos del amor. Puede leerse en el blog: http://lectorludi.blogspot.com/
(12) Iván Rodrigo García Palacios, Beso Rico o el Eros alquímico. Hipótesis descabelladas obre la mente, el enamoramiento, el soñar y el imaginar, Segunda parte. Puede leerse en el blog:
http://lectorludi.blogspot.com/
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